Cuando enfrentamos crisis a muchos nos resulta difícil entender el versículo de Romanos 8.28 cuando el Apóstol Pablo, un experimentado en quebrantos dijo: “Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan para bien, esto es, a los que conforme a su propósito, son llamados. (Romanos 8: 28)
Cuando uno está consciente de que somos templo del Dios vivo. De que la «palabra viva» va creciendo por medio del Espíritu en nuestra mente, entonces se devela y se van aclarando muchas cosas que antes no entendíamos.
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En medio de la crisis, ¿podemos decir que «todo obra para bien»?
En una cultura hambrienta por la comodidad. El deseo de evitar el dolor y solo desear el éxito, el tiempo libre, pasatiempo que produzca deleite y que todo le caiga de sombrilla, nos hace vulnerables de vivir en medio de la dificultad. Un resbalón en el hielo, conflictos en el hogar, un jefe problemático, un techo goteando, problemas financieros y lo peor aún; el covid 19 que ha generado esta terrible pandemia que parece no tener fin y que hace que prevalezca una actitud de coraje sorpresivo y resentimientos a flor de piel. He aquí que surge la expresión: «La vida es injusta y hasta cruel», y el resentimiento resalta a flor de piel.
El Apóstol, un sobreviviente de toda calamidad reta a este tipo de mentalidad, cuando es capaz de decir: «Todas las cosas obran para bien».
Es como decirnos que en medio de la enfermedad emerge la restauración. En la pobreza se descubre la riqueza y por medio de la debilidad alcanzamos la fortaleza.
Esto es un lenguaje distinto. Jesucristo me restaura por medio de la enfermedad. En la pobreza Cristo me enriquece y en la debilidad Cristo, me hace más fuerte. Yo no entiendo por qué suceden cosas malas, ni tampoco entiendo cómo Dios las usa con propósito. Solo sé que lo hace. Tener la ventana abierta de la fe, provoca en nosotros una nueva mentalidad.
El poeta dice: «Como barco de papel que tiene al capitán aferrado al timonel, navega por la vida con entusiasmo y optimismo el hombre aquel que en la esperanza alberga un nuevo porvenir».
Lo heroico de ser humano descansa en enfrentar la brevedad de la viva y la fragilidad de su conducta infrahumana y dar el «salto de la fe» sintiendo fibras de eternidad y el llamado a la esperanza que lo ubica como hijo del Creador para ser auténtico. Esto se llama capacidad para adorar. Adorar es la acción que nos reconcilia con nuestro Creador y Padre nuestro por medio de Jesucristo.
El concepto cristiano de un Dios que se encarna para despertar conciencia a los humanos es milagroso. Un Dios que se hace semejante al humano para hacerle ver su naturaleza animal deshumanizante capaz de matar la capacidad de realización (El Cristo que muere en la cruz). El espejo del hombre que ha perdido su esencia, su razón de ser y hacer. La obra dramática de la resurrección, es más fascinante todavía porque expresa la acción del verbo amor como fuerza vital para una nueva humanidad.
Una nueva humanidad que nos reconcilia con el Creador, cuyo nombre es Amor y se hace acción en su Hijo amoroso. Una nueva humanidad ha de surgir por la acción del amor. Una nueva humanidad que ha logrado una reconciliación consigo misma por medio del Cristo que se hace uno con la humanidad y con Dios.

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Hay un pasaje bíblico muy ilustrativo que nos presenta a Jesús dormido en la barca de sus amigos pescadores. El episodio toma fuerza cuando inesperadamente surge una tempestad. Los amigos discípulos se turbaron mientras Jesús dormía en un rincón del barco. “Jesús, despierta que perecemos”, dijeron los amigos, expresando fragilidad y debilidad. El Maestro reprendió los vientos y estos cesaron y se hizo bonanza. Y les dijo: ¿Dónde está vuestra fe?…….. ¿Dónde está vuestra fe?….. ¿Dónde está tu fe?… La Fe es un don que en ti, en tu ser interior, deja que salga a flor de piel. La palabra viva de Dios la despierta en ti. No está en las profundidades de los océanos profundos, no está en los cielos infinitos, solo en tu interior.
“Despiértate tú que duermes y te alumbrará Cristo.”
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