No acostumbro tomar decisiones a la ligera. Esta costumbre, aunque algunos piensen que soy indecisa, es porque soy muy analítica. Antes de tomar decisiones pienso mil veces las posibles consecuencias de lo que voy a decidir procurando con ello no equivocarme. ¿Que si me he equivocado? ¡Mil y una vez, por supuesto! Pero curiosamente a raíz de todo el dolor que he sufrido en años recientes ahora analizo no solo mis decisiones, sino también el propósito de Dios con la humanidad y la manera en que él obra en medio nuestro.

(Photo by: AdobeSpark)
Mis experiencias dolorosas, mis fracasos y frustraciones me llevaron a preguntarme… ¿Por qué Dios nos permite pasar por determinadas experiencias, especialmente aquellas que tanto nos lastiman? ¿Por qué debemos siempre pasar por “el desierto” para poder dar frutos? ¿Cuántas verdades hay mucho más allá de las que conocemos? ¿O acaso mi verdad, aquella que he conocido desde niña es la única verdad?
He compartido con mis hijos muchos momentos hermosos, retadores, significativos y de desahogo. Uno de esos momentos fue la maravillosa experiencia de compartir con mi hija menor, Aracely, uno de los momentos más significativos de mi vida. Fueron momentos cruciales donde me sentía emocionalmente deshecha y donde tuve la oportunidad de limpiar mi cuerpo y mi espíritu de adentro hacia afuera. Mi cuerpo porque me llevó a ver a una naturópata la cual me hizo un tratamiento de desintoxicación que me ayudó a limpiar mi sistema digestivo. Y mi espíritu porque tuve la oportunidad de recorrer un hermoso laberinto que me permitió recordar y analizar la trayectoria de mi vida, enjugar con mis lágrimas aquellas cosas que tanto me han lastimado y renovar mis votos de obediancia y lealtad a mi Señor.
¡Hablé con mi hija tantas cosas! Anécdotas de mi niñez que ella desconocía, recuerdos hermosos que vivimos, situaciones similares que nos ha tocado vivir y sueños que nos apasionan. Pero lo más maravilloso fue que mis lágrimas de dolor se volvieron en lágrimas de alegría al “juntar todas las piezas del rompecabezas de nuestra existencia” y ver cómo todo encajaba dentro del plan que Dios ha diseñado para nuestra vida. Un plan para el cual nos había escogido y preparado con un propósito especial. Decidimos entonces sellar un pacto en el cual le pasé simbólicamente mi antorcha con la cual ella se comprometió a continuar la misión que Dios nos ha encomendado cuando decida llevarme a su presencia.
Después de esta experiencia puedo asegurarles que todavía tengo muchas preguntas. Pero éstas decidí dejarlas en el tintero para cuando esté cara a cara con mi Dios. También puedo asegurarles que situaciones adversas siguen atravesándose en mi camino, pero en esos momentos recuerdo pasajes de la Biblia como estos que han sido y seguirán siendo pilares en mi jornada…
«Aunque la higuera no florezca, ni en las vides haya frutos, aunque falte el producto del olivo, y los labrados no den mantenimiento y las ovejas sean quitadas de la majada y no haya vacas en los corrales; con todo, yo me alegraré en Jehová, yme gozaré en el Dios de mi salvación. Jehová el Señor es mi fortaleza, el cual hace mis pies como de ciervas, y en mis alturas me hace andar». (Habacuc 3.17-19)
«Solo yo sé los planes que tengo para ustedes. Son planes para su bien, y no para su mal, para que tengan un futuro lleno de esperanza». (Jeremías 29.11)
«Todo lo puedo en Cristo que me fortalece»
Entretanto…
• He decidido que ni mis interrogantes, ni mis dudas, ni la gente, ni las circunstancias que me rodean, me roben la paz y mucho menos el entusiasmo de seguir sirviendo a un Dios maravilloso, a un Cristo resucitado.
• Buscaré honrar a mi Señor en todo lo que haga.
•Procuraré analizar todo a través de Sus ojos.
• Contaré mis bendiciones en vez de sacar cuenta de mis frustraciones.
• Viviré agradecida por las innumerables bendiciones que a Dios le ha placido regalarme.
• Reconoceré que a pesar de mí misma, de mis virtudes y defectos soy un tesoro especial para Dios y su amor hacia mí es infinito.
• Buscaré rodearme de todo lo que amo y de todo aquello que me llena de paz y felicidad.
• Mientras llego a mi destino final, me conformaré; no con encontrar respuestas a mis preguntas, sino con plantearme el “para qué” de las cosas que me están sucediendo.
• Y como nuestro paso por este mundo es como un suspiro, trataré de dejar una huella de amor y de paz en todo aquello que toque y en todo lo que haga.
¡Que me ayude Dios a recordar esta PROMESA cuando sienta que SUS murallas, aquellas que me sostienen y me protegen, parezcan derrumbarse a mi alrededor.
Deja una respuesta