Un hombre de 92 años bajó, que acostumbraba cuidar mucho su apariencia salió de su casa muy bien vestido. Su esposa había fallecido recientemente y él, al no resistir estar solo en su hogar decidió mudarse a una casa de ancianos. Después de esperar varias horas en la recepción, gentilmente sonrió cuando le informaron que su cuarto ya estaba listo.

(Photo by: Pixabay)
Conforme caminaba lentamente al elevador, usando su bastón, el encargado del hogar comenzó a describirle su cuarto con lujo de detalles. «Me gusta mucho», dijo el anciano con el entusiasmo de un niño de ocho años que ha recibido una nueva mascota.
«Señor, pero si usted aún no ha visto su cuarto, espere un momento, ya casi llegamos». «Eso no tiene nada que ver», le contestó. «La felicidad yo la elijo por adelantado. Si me gusta o no el cuarto, no depende del mobiliario o la decoración, sino de cómo yo decido verlo. Ya está decidido en mi mente que me gusta mi cuarto. Es una decisión que tomo cada mañana cuando me levanto. Yo puedo escoger: Puedo pasar mi día en cama enumerando todas las dificultades que tengo con las partes de mi cuerpo que no funcionan bien, o puedo levantarme y dar gracias a Dios por aquellas partes que todavía trabajan bien. Cada día es un regalo, y mientras yo pueda abrir mis ojos, me enfocaré en el nuevo día, y todos los recuerdos felices que he construido durante mi vida», terminó diciendo.
Querido lector, la vejez es como una cuenta bancaria: Tú retiras al final lo que has depositado durante toda tu vida. Así que mi consejo para ti es que deposites toda la felicidad que tengas en «tu cuenta bancaria de recuerdos». Así, cuando tus huesos no respondan con la agilidad de antes, y tu vida diaria, se reduzca a una vida más tranquila y sedentaria, tengas los recuerdos de tantas bendiciones recibidas que te ayuden a sostenerte. Recuerda que la vida misma, aunque en ocasiones nos parezca un tanto «agridulce», es un regalo y bendición de Dios.
El apóstol Pablo solía decir:
12 Sé vivir con limitaciones, y también sé tener abundancia; en todo y por todo estoy enseñado, tanto para estar satisfecho como para tener hambre, lo mismo para tener abundancia que para sufrir necesidad; —Reina Valera Contemporánea (RVC)
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