Algunos de los primeros registros escritos se mencionan por nombre en la propia Biblia: el «Libro de las Guerras de Yahvéh» (Números 21.14,15), el «Libro de Jaser» (Josué 10.12-14), la «Historia del profeta Iddo» (2 Crónicas 9.29), las «Crónicas del profeta Natán» (íd.), el «Libro de los Hechos de Salomón» (1 Reyes 11.41), el «Libro de las Crónicas de los Reyes de Judá» (1 Reyes 15.7) y el «Libro de las Crónicas de los Reyes de Israel» (1 Reyes 15.31). (Estos dos últimos no deben confundirse con nuestros actuales 1 y 2 Crónicas.)

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Los eruditos bíblicos creen hallar en muchas partes del Pentateuco rastros de primitivos documentos escritos que entraron en la composición de los libros del Antiguo Testamento, y hablan, por ejemplo, de la presencia en Éxodo de un «Libro del Pacto» y un «Pequeño Libro del Pacto» (20.22-23.33; cap. 40), un «Código de Santidad» en Levítico (capítulos 17 al 26), un «Ritual del Arca» en Números (10.35,36), y de por lo menos tres principales fuentes o extensos documentos que se combinaron y a los que se dan los nombres de Yahvista, Elohísta y Sacerdotal, respectivamente.
En los Salmos es posible hallar trazas de composiciones muy antiguas y de adaptaciones de viejos himnos cananeos, asimilados o adaptados por los salmistas al estricto monoteísmo que es la principal aportación religiosa del pueblo hebreo, mediante una reinterpretación. Por tradición oral o por medio de documentos antiguos, los hebreos heredaron preceptos jurídicos de venerables códigos, correspondientes a un origen y contexto histórico y cultural común del área comprendida desde Mesopotamia hasta Egipto. De ahí algunas semejanzas de forma entre la literatura bíblica y la de otros pueblos aledaños.
Antes del siglo III existían ya, al menos en una primera redacción, algunos de los libros que serían la base del canon o colección oficial de libros sagrados hebreos. Se recordará que en tiempos del rey Josías de Judá, segunda mitad del siglo VII, ocurre el hallazgo de un «Libro de la Ley» en el templo. Se cree que era el que luego formó el núcleo del Deuteronomio. El que leyó Esdras al pueblo vuelto del exilio (Nehemías 8.1), mencionado como el «Libro de la Ley de Moisés», puede haber sido también un escrito deuteronómico, si no precisamente idéntico al anterior. Según parece, Esdras lo habría traído de Babilonia (Esdras 7.14), y algunas autoridades creen que sería esencialmente el llamado «Documento Sacerdotal», al que aludimos, mientras otros llegan a suponer que era un Protopentateuco.
Quizá durante el exilio se había comenzado también a reunir, revisar y compilar materiales como los anales de los reyes, escritos de Amós, Oseas y Miqueas, oráculos de Isaías coleccionados por sus discípulos, y lo que existía escrito de Jeremías y otros profetas preexílicos. Y al regreso, durante el siglo V, se recogería lo de Ezequiel, los profetas postexílicos, y las memorias de Nehemías y Esdras. Tal vez hacia el final del siglo se completaría el Pentateuco, porque cuando ocurre el cisma de los samaritanos (entonces o en el siglo IV), éstos se lo llevan a Samaria. Y entre los siglos IV y III se recogerían, en términos generales, los demás escritos.
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