Muchas personas concluyen la semana literalmente «agotados». No puedo dejar de incluirme en la nómina de quienes nos sentimos agobiados por la rutina diaria, los compromisos personales y la estresante tensión que nos impone el ritmo de vida actual. Pero sin lugar a dudas la exposición continua al inmenso cúmulo de palabras (escritas y habladas) socava lentamente nuestra percepción, dejando nuestra mente fatigada.

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Periódicos, mensajes de correo electrónico, memos laborales, facturas de servicios e impuestos, sitios de internet, compañeros de estudio y/o trabajo, vecinos, familiares, libros «que hay que leer», carteles en la vía pública, la radio, el televisor, el último disco compacto, el teléfono que «no deja de sonar»… ¡nuestro planeta es un mundo de palabras!
Hace poco me di cuenta que me cuesta estar en silencio. ¡Yo también soy parte activa del «ruido» comunicacional! Apenas tengo un espacio de tiempo libre lo «lleno» con algo para leer o escuchar.
Sin ir más lejos, el otro día experimenté una «señal de alarma» interior cuando fui a cenar con mi hermano a uno de esos restaurantes de comida rápida. Estaba dialogando con él, pero al mismo tiempo me encontraba leyendo el diario, hablando por el celular… ¡y comiendo! Además del perjuicio inferido sobre una sana digestión, más tarde comprendí que aquello era algo carente de sentido, que hacía de mí un autómata programado simplemente para existir.
Cierto escritor de la antigüedad expresó: «A ustedes, los sabios, y a ustedes los inteligentes, les ruego que me presten atención. Si podemos distinguir lo sabores, podemos distinguir las palabras» (Job 34.2-3).
No tenga miedo de apagar su móvil, posponer esa lectura, reordenar sus compromisos, suspender aquella actividad y hasta de cambiar su cuenta de e-mail. ¿Cobardía? ¿Mediocridad? Ninguna de las dos. Simplemente le sugiero que construya un espacio diario de refrigerio emocional, intelectual y físico basado en el silencio, la reflexión y la contemplación. ¿Por qué esperar otro fin de semana para decidirse?
autor desconocido
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