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Muchas veces, cuando nuestra vida se vuelve un desierto lleno de problemas y sin aparente salida, tratamos de resolver las situaciones adversas con nuestras propias ideas y nuestros propios esfuerzos. Olvidamos entonces que tratar de resolver los problemas con nuestras propias manos sin buscar la dirección de Dios nos pueden llevar a perder el rumbo de nuestra propia vida.
»Pero bendito el hombre que confía en mí, que soy el Señor, y que en mí pone su confianza. Ese hombre es como un árbol plantado junto a los arroyos; echa sus raíces junto a las corrientes, y no se da cuenta cuando llega el calor; sus hojas siempre están verdes, y en los años de sequía no se marchita ni deja de dar fruto.» Jeremías 17:7-8 —Reina Valera Contemporánea(RVC)
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