Me temo que invertimos gran parte de nuestras vidas esbozando sueños, anhelos y deseos que nunca logran concretarse. Es cierto que algunas veces acariciamos verdaderas utopías, pero la mayoría de nosotros sinceramente ambiciona realizarse y vivir en plenitud.

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Sin embargo… ¿por qué no siempre llegamos «a buen puerto»? ¿Qué es lo que nos lleva a descartar un alto porcentaje de nuestras metas personales?
El otro día pensaba en Isabel, mujer que enfrentó diversos problemas familiares. Cuando era tan sólo una adolescente, tuvo que salir a trabajar junto a sus tres hermanos para poder pagar una deuda contraída por sus padres, por la que estuvieron a punto de perder la casa. Años después se casó con «el hombre de sus sueños», pero el matrimonio resistió apenas ocho años y desembocó en una triste separación. Sufrió penurias económicas, no pudo concluir sus estudios secundarios, debió educar a sus dos hijos sola y negarse a sí misma el derecho de darse por vencida.
«Tenía dos opciones» – me dijo recientemente – «hundirme en la depresión y dejar que la existencia siguiera su curso, o aferrarme `con uñas y dientes` a la vida y enfrentarla. Opté por confiar en Dios y salir adelante». A pesar de todo lo que experimentó, mi madre logró sanar sus heridas emocionales, formarnos como hombres de bien y volver a soñar. ¡Y hasta finalizó la escuela secundaria cuando tenía 38 años de edad!
Nuestros sueños, grandes o pequeños, deben contener cierta dosis de paciencia, sabiduría y perseverancia. Paciencia para no dejarnos vencer por la ansiedad, sabiduría para elegir el camino indicado y tomar decisiones correctas, y perseverancia para lograr lo que tanto anhelamos. Soñar no cuesta nada, es cierto, pero concretar nuestros sueños demanda acción.
La Biblia dice: «Tú debes confiar en Dios. Dedícate a hacer el bien, establécete en la tierra y mantente fiel a Dios. Entrégale a Dios tu amor, y él te dará lo que más deseas. Pon tu vida en sus manos; confía plenamente en él, y él actuará en tu favor» (Salmo 37.3-5).
¡Vaya que la vida es complicada! Pero si nos animamos a soñar y pagamos el precio de una acción paciente, sabia y perseverante, transformaremos nuestra rutina diaria en un mundo lleno de posibilidades.
(autor desconocido)
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