Cuando yo era chico me lastimé muchas veces. Es más, ¡era el campeón de los golpes, moretones y lastimaduras! Apretarme los dedos entre dos asientos, herirme la frente contra la vereda por salir corriendo distraído, clavarme una astilla en la mano, lastimarme la cabeza con el vértice de mármol de una estatua en la escuela y torcerme el tobillo jugando con mis amigos son apenas algunos ingredientes de mi anecdotario.

(Photo by: Pixabay)
Pero también en varias ocasiones tuve heridas en mi interior. Sueños frustrados, amigos que dejan de serlo, sentimientos encontrados al experimentar la injusticia, errores que acarrean consecuencias dolorosas y las decisiones de otras personas han sido elementos que me han lastimado, golpeado y causado moretones en mi alma.
¿Qué hace usted cuando sufre heridas?
Algunos años atrás dos hermanos pequeños pasaron a pertenecer al grupo de los hijos de padres separados. En lo mejor de su niñez y con muchos sueños por delante ambos tuvieron que enfrentarse con esta triste realidad que cada vez embarga a más familias. Hace más de una década que esto sucedió, y su madre y su padre nunca han vuelto a estar juntos. Sin embargo, hoy en día estos dos hermanos transitan el sendero de la vida libres de toda herida. Hoy en día mi hermano y yo podemos afirmar que el tiempo y algo más curan las heridas.
El libro de los Proverbios, en la Biblia, aconseja: «Cuida tu mente más que nada en el mundo, porque ella es fuente de vida. Pon toda tu atención en mí, hijo mío, y mira con buenos ojos mi ejemplo. El corazón alegre sana como medicina, pero el espíritu deprimido enferma» (capítulos 4, 17 y 23).
Cada vez que me lastimaba físicamente corría buscando la ayuda de mis padres y (en la mayoría de los casos) de un médico. Permitía que aplicaran el tratamiento necesario para curarme, que incluía muchas veces tomar medicina. Al pasar por este proceso, que llevaba su tiempo, comprobaba finalmente el milagro. ¡Las heridas cicatrizaban!
Del mismo modo es necesario hacer algo más que dejar pasar el tiempo para que las heridas de nuestro interior sanen por completo. Hoy le animo, pues, a correr buscando la ayuda de Dios, mostrarle su herida tal como está, pasar por el tratamiento de limpieza que incluye el perdón (a quienes nos hirieron y a nosotros mismos) y recibir la inmejorable medicina que implica un corazón alegre, totalmente limpio y libre de toda enfermedad.
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