Estamos acostumbradas a escuchar que debemos progresar, ser más en la vida. En alguna manera siempre, aunque sea por buenas razones, verdaderas o no, se nos incentiva a que motivemos a nuestro ego, a ser más y más cada día. Y es bueno prepararse en esta época tan competitiva, el mundo así lo exige.

(Photo by: Pixabay)
Pero con Dios es algo distinto. Con Él la preparación requerida se obtiene, esperando a sus pies y de rodillas, orando. Nosotros debemos mermar y Él crecer en nosotros. Él dice en su escritura, que nuestras buenas obras, son ante Él como trapo de inmundicia….¿por qué?…porque provienen de la carne. Él quiere moldearnos y a veces somos en sus manos, como un vaso de arcilla que no permite al artesano formarlo debidamente.
Imagínense a una manos moldeando una vasija y que la vasija, se moviera con vida propia, para un lado y el otro, mientras el hombre intenta darle forma. Así hacemos muchas veces con Dios…no nos dejamos.
¿Como hacia Jesús?…Él lo dijo:»Yo hago lo que veo hacer a mi Padre».
¿Se imaginan que Jesús hubiera cambiado los planes que el Padre había diseñado para traer la salvación; el desastre que eso hubiera ocasionado…la pérdida de tiempo y de vidas?
No, Jesucristo se auto-anuló y obedeció.
Debemos arrepentirnos, pedirle perdón y morir día a día, a nuestros deseos personales, a nuestras «brillantes» ideas. No hacer nada que Él no haya confirmado en nuestro espíritu.
Y por último, obedecer a Dios que traerá tanto descanso a nuestras vidas. Dios nos ayude a que esto sea una realidad en nuestro diario caminar con Él.
Deja una respuesta