Ella fue una de las personas más influyentes en mi vida. Ella era alegre, bailadora, contaba chistes, declamada poesías, y entregaba su corazón a la gente que amaba. Ella era a la que todos seguían, con quien todos querían estar y a la que todas las primas y primos obedecíamos, ya que ella era, “La Tía Susy”.
(Photo by: Unplash )
Cada vez que uno de sus muchos sobrinos cumplía años, ella nos hacia una torta de cumpleaños. Era una torta dura y seca, pero nos divertíamos mucho. También nos daba algún regalito y cuando había más recursos, hasta dinero. No eran muchos sus recursos, ya que la tía Susy, no trabajaba ni ganaba dinero. No era una vieja, ni siquiera era adulta. Mi tía era apenas una niña, solo tres años mayor que yo, pero era una niña súper especial. Uno de esos personajes que Dios envía solo de vez en cuando. Un tío mío, recién sugirió esta expresión, para referirse a otra persona amada, “Era un alma vieja”, me dijo. Alma vieja no por cuadrada, ni anticuada, ni aburrida ni nada de eso. Más bien alma vieja por lo madura y especial de sus acciones.
Era el 20 de septiembre, de 1985, cuando muy temprano en la mañana, tomamos un avión que nos llevaría de Acapulco a la Ciudad de México y luego rumbo a los Estados Unidos. Nos reuniríamos con mamá, quien ya vivía en los Estados Unidos. Mis dos hermanas y yo, junto con un tío mayor de edad, hicimos el viaje, y fue así, que me desprendieron de la Tía Susy. Nos mantuvimos en contacto por cartas y mensajes que nos enviábamos de vez en cuando, en los distintos ir y venir de familiares y nos vimos solo una vez más, cuando yo tenía 13 años y ella 16.
Cuando tenía 16 años, mi mamá nos dio una terrible noticia “Tu tía Susy está muy enferma. Tiene una enfermedad terminal y los médicos dicen que no le queda mucho tiempo”. Esa misma semana, con maleta en mano, salimos para Acapulco, para ver a nuestra querida tía. Al verla, tía se veía diferente, pero jamás como moribunda. Tenía el mismo espíritu de fiesta y las ganas de hacer reír a los que la rodeaban. Fue sorpresa para mí cuando una noche, la tuvieron que llevar de emergencias al hospital y cayó en terapia intensiva. No fue sino hasta entonces que sentí la muerte cerca. Gracias a Dios, solo fue un susto. En unos días, todo volvió a su normalidad. Sin embargo, las crisis se hicieron más frecuentes y más prolongadas.
Nueve meses después de mi estadía en Acapulco, una madrugada, uno de mis tíos cargaba a tía Susy en sus brazos, de camino al hospital en una más de sus crisis. Me acostumbré a ellas y tomé mi papel de colaboradora. Toda la familia salió hacia el hospital y yo me quedé en la tiendita de mi abuela, para no cerrar el negocio. El teléfono sonada y yo daba los informes a los parientes. El teléfono sonó una vez más. Esta vez, era una tía, quien me dijo: “Lluvia, lo siento, Susy se murió”. No tuve tiempo de llorar ni de sorprenderme, ya que mi tía continuó diciendo: “Lo siento Lluvia, pero tienes que ser fuerte y tomar el directorio de tu abuelita. Debes llamar a toda la familia para darles la noticia. Tu abuelita no está bien y te imaginarás que hay mucho que hacer. Por favor llama a todos”.
No sé si todos tenemos un antes y un después, pero definitivamente, esta tragedia y desprendimiento, marcó mi antes y después. Antes creía que me habían hecho falta muchas cosas. Después, quería volver a tener lo que una vez tuve. Antes fui frívola. Después valoré lo verdaderamente importante. Antes vivía para mí. Después, quería vivir para los demás. Antes fui una “chamaca”. Después fui grande. El cambio más radical, sin embargo, fue que antes no entendía mi origen ni mi destino. Después, me encontré con Jesucristo, el creador de los cielos y la tierra. El dueño de la vida y de la muerte. El que marcó la historia con el antes y después, la persona más influyente!
“Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí, aunque muera, vivirá: y todo el que cree en mí nunca morirá. ¿Crees esto?” Juan, 11:25-26. Nueva Biblia Al Día
Agradecemos a Lluvia por permitirnos compartir esta reflexión con ustedes, nuestros queridos lectores.
Autora: Lluvia Soto (@sotolluvia) | Twitter
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