No recuerdo dónde lo escuché o quién lo dijo, pero mi mamá me recuerda la frase constantemente: “a veces la mecha de tu ira es muy corta”. Lo comprendo bien. Hay días en que actúo con mayor paciencia y tranquilidad, pero en ocasiones estallo a la menor provocación. La mecha se encuentra más cercana a aquello que inicia el fuego y respondo de mala manera o hago gestos o me exaspero. ¿Cómo alargar la mecha?
Hay circunstancias que a veces la hacen pequeña: estrés, cansancio, presiones; pero no son excusas válidas. Muchas veces, incluso, estallo contra alguien que ni siquiera tiene relación directa con lo que me aqueja (como el que lava los autos, o el que atiende el call center del banco, o la que me corta el cabello).
¿Cómo alargar la mecha? No puedo sola. Necesito que Dios trabaje en mí para ir añadiendo mecate a la vela. Esto no implica que jamás me enojaré o me enfadaré. El enojo, creo yo, no está prohibido como tal en la Biblia. Jesús mismo se enojó. Lo incorrecto es ponerme furiosa sin motivo o sin razón, o alterarme a la menor provocación, o dejar que mi ira se extienda por varios días. ¿Cómo alargar la mecha? No puedo cambiar las circunstancias externas. De hecho, la vida parece que se torna más complicada cada día que pasa. En mi vida personal se vienen días de mucho ajetreo y compromiso, pero le pido a Dios, le ruego a Dios, que alargue la mecha de mi carácter, pues no quiero herir, no quiero lastimar, ni quiero dañar a los que me rodean. Que se alargue la mecha de mi ira.
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