Ante la realidad de una recesión económica que debido a la crisis ya estamos experimentando, muchos viven ansiosos, estresados y altamente preocupados. Otros ya se han debilitado emocional y sicológicamente. El desempleo, los cobradores, el pago de la hipoteca o alquiler y las deudas acumuladas; son sólo algunas de las inevitables luchas diarias que enfrentan muchas familias en la nación. De acuerdo a muchos expertos en el campo de la economía, el panorama no luce muy optimista y hay quienes afirman que la crisis pudiera agudizarse en los próximos meses.
Aunque tomamos con mucha seriedad los comentarios y consejos de los llamados expertos, lo cierto es que ante las crisis de la vida, los que amamos al Señor nos abandonamos en las promesas de Dios que son fieles, verdaderas y eternas. Creemos que lo que Dios ha declarado en Su palabra tiene un poderoso efecto sobre nuestro presente y futuro. En su libro “Por qué algunos pensadores positivos obtienen resultados positivos” su autor Noman Vincent Peale relata la experiencia vivida por un hombre de avanzada edad que enfrentó una crisis económica con la seguridad de que vencería si sólo creía plenamente en las promesas divinas. Norman lo cuenta así:
Estábamos en lo más hondo de la gran depresión de los años treinta, tal vez el periodo más negro en la historia económica del país. Las fábricas habían cerrado. Las tiendas vacías en toda la ciudad daban testimonio de las quiebras de los negocios. Empleados y obreros habían sido despedidos por centenares de millares; sueldos y horas de trabajo se habían rebajado no una sino muchas veces. Algunas organizaciones ofrecían comida y pan a los necesitados, muchas de estas personas habían sido ricas, pero hoy estaban en la ruina. Se decía en todas partes que ninguna persona mayor de treinta años tenía ni la menor probabilidad de conseguir empleo. Esa era la situación cuando encontré a Fred; un antiguo amigo. Caminaba por la Quinta avenida en Nueva York, cuando lo vi. Tenía la misma expresión de paz en el rostro que siempre lo había caracterizado. ¿Cómo te va?, le pregunté. Con tono alegre me contestó: -Oh, estoy muy bien. No te preocupes por mí. Es cierto que desde hace algún tiempo estoy desempleado, pero todas las mañanas vengo a la ciudad y recorro las calles de arriba abajo buscando empleo. Estoy seguro de que en alguna parte en esta gran ciudad tiene que haber un puesto para mí, y lo seguiré buscando hasta que lo encuentre.
Lo más conmovedor en Fred era su gran fe. –A mí me criaron padres creyentes-me dijo. Teníamos poco, pero eso nunca preocupaba a mi madre. Ella decía «El Señor proveerá». Y así sucedía. Él jamás falló…Como tampoco me fallará a mí –agregó después de una pausa y con un ligero temblor en los labios. Parado en la gran avenida, en medio de la muchedumbre de gente sin empleo, concluyó su discurso citando las palabras del rey David; He sido joven y ahora soy viejo, pero nunca he visto justo en la miseria, ni que sus hijos mendiguen pan. (Salmo 37.25), y echándome una mirada llena de confianza comentó: Esto lo creo, por mal que anden las cosas. Así que yo sigo esperando, creyendo y buscando.
Un tiempo más tarde Fred consiguió trabajo con un individuo que tenía el talento de inventar cosas, y en ese ambiente de innovación triunfó, a pesar de su avanzada edad, convirtiéndose en todo un hombre exitoso con una familia espléndida y una sólida salud emocional y espiritual.
Me parece que Fred descubrió la importancia de ejercitar la fe en los momentos difíciles de la vida. Fe, no en sus recursos y capacidades humanas, sino en las promesas de Dios. Fe, no en la gente o en el sistema de gobierno, sino en lo que Dios ha declarado para sus hijos. Este anciano halló el camino de la victoria impulsado por la creencia de que la confianza y fe en las promesas divinas son armas muy efectivas al enfrentar las tormentas de la vida.
¿Tienes tú la convicción de que Dios te proveerá un empleo o el dinero para completar el pago de tu hipoteca? ¿Crees que las promesas de Dios harán la diferencia a la hora de lidiar contra la realidad de una recesión económica? ¿Confías que Dios puede intervenir a tu favor ante la posibilidad de una bancarrota o catástrofe financiera? Te recuerdo que lo que marca la diferencia en las crisis de la vida es la fe que tengamos en el Dios que controla el Universo. Él ha prometido suplir todo lo que nos falte, conforme a sus riquezas en gloria. El sabe lo que necesitamos y nunca se quedará con los brazos cruzados. Claro está, a nosotros nos toca creer a sus promesas.
Ante la llegada de una crisis económica utiliza esta poderosa arma: la fe.
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