Estamos viviendo en un mundo lleno de violencia. Los robos, crímenes, violaciones, en todos los aspectos de la palabra, se suceden continuamente, haciendo que vivamos en constante temor, desconfianza y porqué no decirlo, deseando huir hacia otro lugar que fuera más seguro.
Pero… ¿hacia dónde? ¿Dónde hay paz y seguridad? En estos momentos en ningún lugar del mundo.

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Cuando se miran o leen las noticias, es muy raro ver algo que sea beneficioso y positivo, el odio, racismo, secuestro, terrorismo y deseos de poder, se ha extendido de tal forma (destruyendo hogares, pueblos y naciones enteras) que produce en todos nosotros un dolor profundo y un sentimiento total de impotencia.
El respeto se ha perdido por completo y ni siquiera se detienen ante los niños que se han vuelto presa de raptos para luego ser violados y asesinados.
¡Todo esto nos llena de estupor! ¿Será posible que no se pueda vivir en paz? Los que más sufren ante tanto peligro son las madres, no importa la edad que tengan sus hijos, siempre desean saber, dónde y cómo están y qué les está sucediendo.
Esto no es nada nuevo, la Biblia nos relata la angustia de una madre, su hijo era capitán del ejército. Éste había ido a la guerra y ella esperaba su retorno, pero pasaba el tiempo y no llegaba; el relato dice: «La madre de Sísara (el capitán) se asoma a la ventana y por la celosía a veces dice: Porque tarda su carro en venir? Por que las ruedas de su carro se detienen?…y aun ella se respondía a si misma, «Seguramente se están repartiendo
lo que ganaron en la guerra…» (Jueces 5:28-30).
Esta madre ya estaba fuera de si, la Escritura dice: «a voces dice» no hablaba, no se preguntaba a si misma, ya gritaba, deseando tener una respuesta que le diera paz, pero no la encuentra, entonces trata de tranquilizarse diciéndose que tarda en venir porque, «estaban repartiendo el botín», pero… ¿cuánto le podía durar esa tranquilidad? Solo estaba en un círculo vicioso.
¿Verdad que muchas veces sucede lo mismo con aquellas que son madres en nuestros días?
¿Tendrán que tratar de consolarse a sí mismas como la madre de Sísara? ¿O seguirán el sabio consejo del apóstol Pablo dado a los filipenses y en estos momentos a nosotras, él dice: » Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias, y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús» (Filipenses 4:6,7).
No hay duda que la angustia ante los peligros de este mundo cada día se agiganta frente a nosotros produciendo un estado emotivo desesperante, pero… Dios a través del apóstol nos insta a ir a Él por medio de la oración, con ruego, sin olvidarnos el dar gracias. ¿El resultado? Tendremos «Su paz», algo que parecerá imposible, pero que es real, esa paz quitará la angustia, y traerá tranquilidad al corazón.
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