Durante la crisis que hoy día enfrentamos, es posible que sientas que Dios se ha alejado de su pueblo. Miras a tu alrededor y todo lo que sientes es temor, angustia e inseguridad y seguramente te estarás preguntando si Dios nos abandonó, si será el fin de los tiempos, en fin… Si esto es así, te cuento mi experiencia…
Un rayo de luz penetra tenuemente en la habitación directamente iluminando mi rostro quedando al instante despierto, siendo sorprendido por un pensamiento bíblico susurrando en mi interior y diciéndome: “De Dios es la tierra y su plenitud, el mundo y los que en él habitan.”
Me levanté con buen ánimo y con una sonrisa a flor de piel y me preguntaba sorprendido: ¿Por qué esta dulce obsesión de pensamientos tan maravillosos al despertar al nuevo día? ¿Qué hay en mi interior que hace brotar pensamientos de luz a la superficie como granos de maíz impulsados por un calor maravilloso? Ya sé. Es el Espíritu y la Palabra de Dios que viven en mí y que producen esa sensación que aviva mi fe y despierta mi energía creadora con un entusiasmo de acción de gracias por todo lo vivido y recibido. Tomé mi Biblia y en la contra portada comencé a leer unos versos que había escrito allí, hace tiempo.
(Imagen: Pixabay-AdobeSpark)
¡Tú eres Señor lo que buscaba, lo que anhelaba tener dentro de mí!
El amor, la fe, la paz ansiada, ellas ahora viven en mi ser y es por ti.
Te busqué por todas partes, sin hallarte. Te busqué en templos, cuadros y oraciones;
No sabía a dónde dirigir mi fe para encontrarte. No sabía vivir tus bendiciones.
Pero al fin mi fe pudo sentirse, donde siempre has estado en mi existir.
Y al momento de orar y bendecirte, Sé que vives y estás por siempre en mí.
Luego abrí la Biblia en el Salmo veinte y tres (23), todavía pensando en aquel final: “Sé que vives y estás por siempre en mí.” Leo la primera oración de este Salmo y descubro que su escritor me dice: “Jehová es mi pastor, nada me faltará.”
Evocando estas “palabras vivas” que llegan a mi interior, comienzo a escribir dando gracias a Dios por tanta inspiración de vida. El rey David fue el escritor de este bello Salmo que ha sido una oración elevada a Dios por multitudes sin fronteras religiosas. El rey David escribió esta hermosa Oración en su vejez, recordando su juventud cuando era Pastor de ovejas y remontándose en el tiempo de sus recuerdos gratos cuando de su interior brotaban palabras de fe diciéndole al Gigante Goliat:
“Tú vienes a mí con espada y lanza y jabalina; mas yo vengo a ti en el nombre de Jehová de los ejércitos, el Dios de los escuadrones de Israel, a quien tú has provocado.” David añade: “Jehová, que me ha librado de las garras del león y de las garras del oso, el también me librara de las manos de este filisteo.”
Es desde esa interioridad llena de vivencias , recuerdos sumados que lo llevaron a usar la fe llenándose de fortalezas y del Dios vivo que lo sostenía para decir ya en sus experiencias de vejez lo que tenía en su mente y corazón y que salía de sus entrañas: “Jehová es mi pastor nada me faltará”
Esa afirmación de fe quedó verificada por Jesús, el Cristo, cuando anduvo entre los hombres como “Dios encarnado” declarando enfáticamente: “Yo soy el buen pastor; el buen pastor su vida da por las ovejas.”
¿Pero quién era aquel Cristo? Sencillamente el dueño de nuestra vida. Aquel a quien el Apóstol Pablo nos dice:
“15 Cristo es el Hijo de Dios, y existe desde antes de la creación del mundo; él es la imagen del Dios que no podemos ver. 16 Por medio de él, Dios creó todo lo que hay en el cielo y en la tierra, lo que puede verse y lo que no se puede ver, y también los espíritus poderosos que tienen dominio y autoridad. En pocas palabras: Dios creó todo por medio de Cristo y para Cristo.
17 Cristo existía antes de todas las cosas. Por medio de él, todo se mantiene en orden, 18 y él gobierna a su iglesia y le da vida. Él es la cabeza, y la iglesia es su cuerpo.
Cristo es el principio de todas las cosas. Por eso él fue el primero en resucitar, para que ocupe el primer lugar en todo. 19 Y en él se encuentra todo el poder divino.
20 Por medio de Cristo, Dios hizo que todo el universo volviera a estar en paz con él. Y esto lo hizo posible por medio de la muerte de su Hijo en la cruz”. Colosenses 1:15-20 Traducción en lenguaje actual (TLA)
Si nos detenemos para reflexionar sobre la persona de Cristo, sobre su poder y sobre su obra, de pronto como David, con alegría y orgullo exclamaremos: ¡Jehová sí, Jehová es mi pastor!
Ahora bien, las hermosas relaciones entre Dios y el hombre que repetidas veces se nos pintan en la Biblia son las de un padre con sus hijos y las de un pastor con sus ovejas. Estas ideas fueron concebidas al principio en la mente de Dios mediante la obra de Cristo. Se confirman y se realizan en nosotros por la acción de la gracia del Espíritu Santo.
De manera que cuando un hombre o una mujer hacen la sencilla afirmación de que Jehová es su Pastor, inmediatamente evoca, una profunda y práctica relación activa entre la persona y su Hacedor. Enlaza un terrón de arcilla corriente con el destino divino: Significa que un simple mortal se convierte en el objeto mimado del amor divino.
Este solo pensamiento debe conmover nuestro espíritu, avivar nuestra sensibilidad y proporcionarnos una dignidad enorme como personas. Cuando pensamos que Dios en Cristo se interesa profundamente en nosotros, de inmediato nuestra breve jornada en el planeta cobra gran propósito e ingente significado. Y cuanto más grande, más amplio y más majestuoso sea nuestro concepto de Cristo, tanto más vital será nuestras relación con él. Jesucristo nos dice:
“Yo soy el buen pastor; el buen pastor su vida da por las ovejas… Mi Padre que me las dio, es mayor que todos, y nadie las puede arrebatar de la mano de mi Padre…Yo y el Padre uno somos.”(Juan 10:11,29,30)
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