(Tercera parte de estudio sobre la literatura profética en la Biblia)
Hacía ya más de un siglo que el reino de Israel se había dividido en dos: el reino del norte, llamado Israel, y el reino del sur, llamado Judá. Estos dos reinos, a principios del siglo VIII a.C., gozaron de un tiempo de prosperidad. Esto se debió a que había una especie de vacío de poder en la zona, ya que los asirios no lograban imponer su poder sobre los sirios ni sobre los egipcios. Esta situación permitió que tanto Israel como Judá pudieran recobrar cierta prosperidad que hacía recordar un tiempo pasado cuando reinaron David y Salomón. Durante la primera mitad del siglo VIII a.C., el rey Jeroboam II logró recuperar casi todo el territorio que Israel había perdido en los años anteriores, y además pudo controlar algunas de las rutas comerciales. Esto significó para Israel una recuperación económica importante. Cuando las grandes potencias políticas y económicas del antiguo Cercano Oriente no lograban imponer su poder, los pequeños reinos de Israel y Judá aprovechaban la situación para crecer y disfrutar de cierta independencia política y económica.
Durante la última mitad del siglo VIII a .C. comenzaron a sucederse una serie de momentos clave que afectaron tanto a los reinos de Israel y Judá como al contenido de las proclamas proféticas. En el año 745 a.C. hubo una rebelión en Asiria. De esta surge un nuevo rey llamado Tiglat-Pileser III. Este rey logró consolidar el poder en su país y comenzó a conquistar los estados vecinos. Ti- glat-Pileser III fue el rey que comenzó la práctica de exiliar a los pueblos que conquistaba. Esta fue su estrategia para ejercer el control sobre las naciones vencidas. Durante 40 años su reinado tuvo efectos negativos sobre la zona Siro-Palestina. Es precisamente durante estos años que el profeta Amós levanta su voz porque la sociedad en Israel había abandonado los valores establecidos por el pacto trazado con Yavé. La presión de Asiria junto con los crímenes sociales que se daban en Israel fueron factores que causaron una desintegración estrepitosa de la sociedad de Israel.
Esta situación de presión que comenzaba a ejercer el imperio asirio generó una crisis difícil de sobrellevar para los reinos de Israel y Judá. La amenaza constante de este gran imperio motivó a otros estados a unirse para contrarrestar el poder asirio. Fue así que Israel, Siria y otros estados formaron una coalición anti-asiria. Esta coalición pretendía que Judá se sumara a dicha alianza para colaborar en contra de Asiria. Pero en Judá la facción que estaba a favor de Asiria era muy fuerte, y el rey Acaz compartía ese sentir y se negó a participar de la coalición anti-Asiria. Además, ante el inminente ataque Siro-israelita en contra de Judá, ésta decidió pedir- le ayuda a Tiglat-Pileser III para poder defenderse del ataque. Esta decisión de aliarse con Asiria tuvo consecuencias en diversos ámbitos. En el contexto geopolítico de la región, a Tiglat-Pileser III se le abren puertas para comenzar a ejercer su dominio en ese corredor geográfico representado por la zona de Canaán. Para la coalición Siro-israelita significó un golpe difícil de asimilar. En cambio, en el contexto teológico-religioso, para el profeta Isaías, la decisión de Acaz representó una total falta de confianza en el Dios verdadero. Judá decidió confiar más en alianzas políticas que en el Dios todopoderoso que lo había liberado de la esclavitud en Egipto demostrando así su señorío sobre las naciones. Tiglat-Pileser III no dudó en brindarle ayuda y apoyo a Judá. Pero esto significó que Judá se convirtió en un vasallo de Asiria y tuvo que aceptar la intromisión de los dioses asirios y de costumbres ajenas en el mismo seno del Templo de Yavé.
Otro momento clave en la historia de estos reinos divididos que ayuda a comprender el mensaje de los profetas es la destrucción de Samaria, capital del reino del norte, alrededor del año 722 a.C. Esto se podría explicar de diversas maneras. Por un lado, Israel vivía momentos críticos de inestabilidad política. Por otro lado, el imperio de Asiria seguía creciendo y extendiendo sus brazos poderosos y opresores. En cambio, para el profeta, la caída y destrucción de las diez tribus del norte, se debió a la idolatría y a la desobediencia sistemática por parte del pueblo para con las estipulaciones del pacto. La interpretación profética de estos eventos fue que, en última instancia, Asiria no era más que un instrumento en manos de Dios para castigar al Israel idólatra y rebelde.
Nota:
Este segmento forma parte de un profundo estudio sobre la literatura profética en la Biblia. Más adelante estaremos publicando los restantes artículos que forman parte del mismo que fue publicado en el libro: “Descubre la Biblia” publicado por las Sociedades Bíblicas Unidas. El estudio explora los siguientes aspectos de la literatura profética:
Interpretación bíblica y el contexto histórico,
Israel y Judá durante el siglo VIII a.C.,
Judá durante el fin del siglo VIII y el principio del siglo VII a.C. ,
Judá durante los últimos años del siglo VII a.C.
Las diferentes caras de los profetas,
Diversidad dentro de la literatura profética,
Profetas falsos,
El profeta enviado por Dios,
Mensaje de los profetas,
El culto caduco,
El arrepentimiento,
La justicia bien entendida,
y Esperanza profética
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