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por Keila Ochoa Harris

¿Hay música en tu vida?

Todos pensaban que era un músico callejero, pero en realidad se trataba de Joshua Bell, uno de los violinistas más afamados del mundo por cuyos conciertos se paga mucho dinero. Pero esa mañana en una estación de metro en Washington, los transeúntes lo confundieron con un músico más y echaron unos centavos a su estuche de violín. No imaginaban que ese violín, un Stradivarius de 1713, está valorado en más de tres millones de dólares. Tampoco se enteraron de que la Chacona de la Partita número 2 en do menor de Johann Sebastián Bach es una de las piezas más difíciles de interpretar.

¿Hay música en tu vida?

(Photo by: AdobeSpark)

El diario The Washington Post llevó a cabo este pequeño experimento con la cooperación de Joshua Bell, y todas las predicciones se fueron por la borda. Bell tocó durante 43 minutos. Sólo siete personas se detuvieron a escucharlo por más de un minuto. Sólo veintisiete le dieron dinero – unos 34 dólares que el virtuoso recogió al terminar.

En el video que se grabó, se ve a un niño de tres años que quiere quedarse a escuchar, pero la madre se lo impide. Sólo una mujer reconoció al músico y se indignó ante la indiferencia de los demás. Y ¿qué fue lo que más le extrañó a Bell? El silencio. Ni un bravo, ni un aplauso, sólo silencio.

¿No nos pasa lo mismo a ti y a mí? ¿Hubiéramos reconocido al violinista? ¿Nos habríamos detenido? En el fondo, creo que hubiéramos pasado de largo, hablando por teléfono, sorbiendo el café o pensando en los mil quehaceres que nos aguardaban en la oficina o el hogar.

Pero así es la vida. Tenemos frente a nosotros un concierto de armonía y belleza y seguimos de largo. En nuestro diario trajín nos perdemos las cosas verdaderamente importantes.

Me refiero a que en nuestra vida hace falta música. La llenamos con el ruido de las compras, la competencia laboral y los estudios. El ruido nos abruma y echamos de menos las notas de paz y serenidad que algún día hemos soñado o que en algún momento conocimos de lejos. Por un lado corremos como las personas en la estación de metro, pero en el fondo todos deseamos una caminata por el campo.

Sin embargo, en la vida, al igual que en el experimento mencionado, la música no se encuentra en un paraje escondido, sino en las escaleras, el vagón o los pasillos del subterráneo en donde nos encontramos. Un músico callejero está tocando la sinfonía más bella del universo. La pregunta es: ¿Pasaremos de largo? ¿Y quién es ese músico?

Al igual que Joshua Bell, muchos años atrás el Hijo de Dios se vistió de ropas humildes y se colocó a la entrada de la civilización tocando su hermosa música, pero la mayoría continuó su vida y lo ignoró. En un momento clave de la historia, cuando el Imperio Romano dominaba la moda, la ideología y el gobierno, un judío nació de una virgen llamada María; su nombre era Jesús. Según el testimonio histórico de la Biblia, se trataba del Rey del universo, dentro de un cuerpo de carne y sangre como el tuyo y el mío.

Creció y compartió la música celestial, no usando un cetro y una corona, sino vistiendo sandalias y túnicas sencillas. Y sus contemporáneos, al igual que esos transeúntes en Washington, siguieron de largo o, si acaso, se detuvieron unos segundos para contemplarlo. Allí estaba el mismo Hijo de Dios, ¡y no lo comprendieron!

Y hoy nos sucede lo mismo. Así como los viajeros estadounidenses se perdieron un concierto gratuito, nosotros corremos el riesgo de pasar por alto al Músico por excelencia, que aunque ya no está en forma humana, ha dejado evidencias de su existencia en la naturaleza, en la Biblia y en los labios de muchos que sí han disfrutado su concierto.

¿Mi recomendación? Detente. Deja lo que estás haciendo unos momentos y lee esto con atención. Escucha las dulces notas que emanan del libro por excelencia, el Stradivarius más cotizado del universo que es la Biblia y nos recuerda que hay un Dios de amor que es personal y que busca a los seres humanos.

Ese Dios envió a su Hijo, disfrazado de mendigo, para anunciar el mensaje de la eternidad: que si bien el hombre ha fallado, existe un remedio y un propósito en la vida, y este es conocer a Dios y encontrar el amor verdadero. Dios nos ofrece hoy aceptación, entrega, cuidado y perdón.

¿Has sentido ese vacío que se agranda entre las multitudes? ¿No es cierto que cuanta más gente nos rodea, más soledad experimentamos? Nadie puede conocer nuestras desdichas ni compartir nuestras alegrías, sólo el Orquestador Celestial que escribió la melodía y compuso la armonía de nuestras vidas.

¿Qué debes hacer? Piensa en las personas del metro. Joshua Bell no necesitaba su dinero. ¡Es millonario! Sólo les pedía su atención, unos minutos para compartir con ellos su música. Dios no necesita tu dinero ni tus sacrificios. ¡Es dueño de todo!

Publicado en: Reflexiones Etiquetado como: Keyla S Ochoa, música, Soledad

Acerca de Keila Ochoa Harris

Keila Ochoa Harris es una escritora conocida por sus novelas en las que explora las historias bíblicas de una manera muy personal. Ha publicado más de diez y siete libros y dictado cursos de escritura en diversas partes del mundo. Reside en México. Conéctese por: su Blog | Libros | Facebook | Twitter

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