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Todos en algún momento nos hemos sentido heridos y muchas veces esas heridas se instalan en nuestra alma dejando cicatrices abiertas que parece que nunca pudieran sanar. Si te has sentido así, te invito a que reclames las promesas de Dios de guardarnos en perfecta paz. Jesucristo es el único que puede sanar nuestras heridas.
31 «Desechen todo lo que sea amargura, enojo, ira, gritería, calumnias, y todo tipo de maldad». Efesios 4.31—Reina Valera Contemporánea (RVC)
24 «…el siervo del Señor no debe ser contencioso, sino amable para con todos, apto para enseñar, sufrido;» 2 Timoteo 2.24—Reina Valera Contemporánea (RVC)
«15 Tengan cuidado. No vayan a perderse la gracia de Dios; no dejen brotar ninguna raíz de amargura, pues podría estorbarles y hacer que muchos se contaminen con ella». Hebreos 12.15—Reina Valera Contemporánea (RVC)
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