Quienes me conocen saben que soy un cinéfilo de la primera hora. La «culpa» la tienen mis abuelos… ¡ellos me iniciaron en esta apasionante afición! Todavía recuerdo el rostro de uno de ellos cuando tuvimos que irnos del cine porque me daba miedo «E.T.»… (bueno, entiéndame, ¡apenas tenía cinco años de edad!). Pero salvo esa y otra ocasión, desde chico aprendí a disfrutar, analizar e intentar comprender las diversas producciones del séptimo arte.

(Photo by: Adobe Spark)
Sin ir más lejos, ayer asistí al estreno de «Perdidos en Tokio» (del original en inglés «Lost in Translation»), con el afamado Bill Murray como protagonista. ¡Y vaya sorpresa me llevé! Con la excepción de dos o tres escenas de humor, la historia giró en torno al drama personal de un par de individuos con profesiones, edades y experiencias distintas, pero unidos entre sí por una profunda angustia existencial.
Escrita y dirigida magistralmente por Sofía Coppola, la película llegó a conmoverme por su mensaje preciso y contundente acerca de la realidad humana, cuyo contenido se resume en el slogan utilizado en los avances publicitarios: «Todos desean ser encontrados».
Ocurrió otra vez: el cine me impulsó a reflexionar sobre mi propia vida. Logró inquietarme acerca del vacío interior que muchas veces trato de satisfacer con elementos, experiencias y relaciones. En definitiva, me llevó a pensar en mi necesidad de encontrar, encontrarme y ser encontrado.

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Jesucristo dijo: «Yo soy el pan de vida; el que a mí viene, nunca tendrá hambre; y el que en mí cree, no tendrá sed jamás. Todo lo que el Padre me da, vendrá a mí; y al que a mí viene, no lo echo fuera» (San Juan 6.35, 37).
Un reconocido sacerdote escribió: «Dios te busca. Irá a cualquier parte para encontrarte. Te ama, te quiere en casa, no descansará hasta que estés con Él. El salto de fe siempre significa amar sin esperar ser amado, dar sin querer recibir, invitar sin esperar ser invitado, abrazar sin pedir ser abrazado. Y cada vez que doy un pequeño salto, veo un reflejo del Único que corre a mí y me hace partícipe de su alegría, la alegría en la que no sólo me encuentro yo sino también todos mis hermanos y hermanas. Así, la confianza y la gratitud revelan al Dios que me busca, ardiendo de deseo porque todos mis rencores y quejas desaparezcan y por dejar que me siente a su lado en el banquete celestial».
Aproveche el momento para encontrarse con Su Creador, quien le brindará la satisfacción y el poder necesarios para llegar al encuentro de una vida plena.
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Este devocional es parte de un envío semanal denominado «Buen Fin de Semana», escrito y producido por el evangelista Cristian Franco.
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