¿Cómo reaccionas ante las necesidades del prójimo? ¿Qué haces cuando en el camino de la vida te encuentras con alguien que ha caído? ¿Sigues tu camino sin prestar atención al clamor de quien yace en el suelo herido y dolido? ¿Le das una palabra de ánimo y continúas la marcha? o ¿Te detienes a extenderle tu mano para levantarlo?

(Photo by: Unplash)
Se dice que cada ser humano responde al problema del vecino de manera distinta. Todos actuamos ante las crisis ajenas de maneras muy diversas. En ocasiones respondemos adecuadamente supliendo la ayuda al necesitado, pero desafortunadamente en la mayoría de los casos actuamos con insensibilidad y falta de misericordia. Esta triste realidad puede ser identificada en el siguiente relato:
Se cuenta que en una ocasión un hombre cayó en un pozo y no podía salir. Por más que lo intentaba, vanos eran sus esfuerzos. Pasaban los minutos, las horas, los días y las semanas y el hombre continuaba en el hoyo sin aparente posibilidad de salida. Durante ese tiempo mucha gente de diversos sectores de la sociedad pasó por el lugar. A todos les llamaba la atención el interesante escenario. Cada uno tenía algo que decirle al desdichado hombre, sin embargo, nadie actuaba para socorrerlo y sacarlo de tan trágica situación.
Una persona subjetiva se acercó y dijo “Me identifico con tu situación” Luego de decirle esas palabras siguió su camino sin prestar ayuda.
Una persona objetiva se acercó y exclamó “Es lógico que alguien haya caído ahí adentro.”
Un hombre con espíritu farisaico le dijo “Solo la gente mala cae en el pozo.”
Un matemático también pasó y calculó como el hombre había caído en el pozo.
Un periodista vio al hombre y solo le interesó la historia exclusiva del pozo.
Un fundamentalista le gritó estas palabras “Mereces estar en el pozo.”
Un recaudador de impuestos preguntó si estaba pagando los gravámenes del pozo.
Una persona autocompasiva lo miró y solo dijo así “No es nada comparado con mi pozo.”
Un carismático también hizo su contribución a las muchas palabras y dijo “Solo confiesa que no estás en el pozo.”
Un optimista exclamó: “las cosas podrían ser peores”.
Y un pesimista no quiso quedarse atrás e hizo su aportación a la situación “las cosas van a empeorar.”
El desfile fue largo y cada persona tuvo algo que decir al ver la condición tan desagradable del pobre hombre, pero nadie actuó para sacarlo del hoyo.
El relato concluye diciendo que finalmente pasó por allí un hombre humilde y sencillo. Éste, al ver tan deprimente cuadro, se conmovió en gran manera e hizo algo muy distinto a todos los demás. No dijo una sola palabra, ni pronunció un elocuente sermón. Tampoco expresó su opinión sobre lo que estaba sucediendo, sino que vio al hombre caído, se detuvo, extendió su brazo, lo tomó de la mano y lo sacó del pozo.

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¿Sabías que ante las necesidades del prójimo que ha caído el mejor sermón es la acción amorosa? No existe un discurso más eficaz y poderoso que aquel que se lleva a la práctica. Podemos impresionar con palabras y llamar la atención con una excelente oratoria, pero nada es más efectivo que responder ante la necesidad de otro ser humano con una acción generada por el amor y un espíritu compasivo. No existe estrategia que iguale lo que es capaz de lograr un acto bondadoso.
Jesús modeló esto a la perfección. El Maestro habló del amor, pero también practicó el amor. Enseñó sobre la misericordia y mostró misericordia. Vio al hombre necesitado y no se cruzó de brazos, sino que se detuvo, extendió su mano y con una genuina compasión suplió la necesidad. Su discurso nunca se quedó en palabras, sino que se tradujo en acciones positivas que sanaron el dolor de los más necesitados y abandonados de la sociedad. Además, para Jesús no existía el racismo ni la discriminación. Extendió su mano amiga a los oprimidos, enfermos, aplastados, marginados y discriminados de su época. Se detuvo para ayudar a hombres, mujeres, ricos y pobres. El Señor de la historia siempre tuvo tiempo para sacar a la gente del hoyo.
Los cristianos alrededor del mundo deben seguir el modelo de Jesús a la hora de reaccionar ante las necesidades de los demás. Los que profesan la fe cristiana actúan como El Maestro cuando ven a otro ser humano dentro de un pozo. No caen en la trampa de opinar sin actuar y no se conforman con compartir una palabra hablada sino que, como el Señor, extienden su mano para socorrer al caído. Ante las necesidades del prójimo asegúrate de responder como tu Maestro: con amor y acción.
Actúa más y habla menos, porque el necesitado está cansado de palabras.
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