¿Recuerda cuando estaba aprendiendo a conducir? Si uno quería hacerlo bien, no podía darse el lujo de mirar los paisajes que iban pasando. Recuerdo cuando mi padre me explicaba que un automóvil tiende a desviarse hacia el lugar donde el conductor está mirando. Si yo miraba hacia la derecha o la izquierda, es muy posible que me desviara del camino; y para no distraerme tenía que acostumbrarme a mirar la línea del centro.

(Photo by: Adobe Spark)
Con frecuencia parecería que el camino angosto por el que estamos andando está flanqueado por barrancos. En la vida debemos evitar los extremos, pero si de encontrar el centro correcto en la vida cristiana se trata, es más fácil decirlo que hacerlo. Cuando nos desviamos hacia el legalismo, con frecuencia tratamos de corregir el rumbo excesivamente y nos desviamos hacia una libertad desmedida; igualmente podemos despreciar el materialismo o el hedonismo del mundo y terminar dependiendo de nuestra propia justicia. No queremos estar demasiado ocupados, y no queremos ser perezosos. Entonces, ¿qué debemos hacer?
Algunos eligen esa peligrosa oscilación entre los extremos, chocan contra los resguardos que hay a ambos lados del camino y causan graves daños. Dios nos ha dado algunos mandamientos que nos ayudan a disminuir la velocidad y que nos impiden salirnos del camino angosto. Pero eso de rebotar entre los resguardos del camino no es la manera más sabia de conducir. La respuesta que nos da el sentido común es permanecer tan cerca del centro como sea posible, fijando allí la mirada. Encontramos este principio en el libro de los Proverbios:
Pon la mirada en lo que tienes delante; fija la vista en lo que está frente a ti. Endereza las sendas por donde andas; allana todos tus caminos. No te desvíes ni a diestra ni a siniestra; apártate de la maldad. (Proverbios 4:25-27).
Cuando nos damos cuenta de que el camino de la sabiduría incluye el hecho de fijar la mirada en lo que es correcto, obligadamente nos preguntamos qué se supone que hemos de mirar. ¿Deberíamos mirar a otros y seguirlos? ¿Deberíamos mirar dentro de nosotros mismos? ¿Deberíamos confiar en nuestro sentido de dirección, o descartarlo? Ninguna de estas opciones es una solución convincente.
Afortunadamente, el libro de Hebreos nos presenta otra opción. El autor escribe: Fijemos la mirada en Jesús, el iniciador y perfeccionador de nuestra fe, quien por el gozo que le esperaba, soportó la cruz, menospreciando la vergüenza que ella significaba, y ahora está sentado a la derecha del trono de Dios (Hebreos 12:2).
La única guía infalible en el camino angosto es Jesucristo, y debemos seguirle en el camino hacia la cruz. La vida Cristiana es una vida centrada en la cruz, y nuestra vida encuentra el correcto equilibrio sólo cuando nuestros ojos están puestos en Él.
Pero tomemos en cuenta Jesús no es un precepto; es una persona. Además, él es el mismo ayer, hoy y por los siglos, pero el camino estrecho tiene vueltas y recodos. Y también, recordemos que Jesús es un objetivo en movimiento, y usted solamente puede seguirlo si fija su mirada en Él.
________________
Betsy Childs es una escritora asociada a los Ministerios Internacionales Ravi Zacharias, en Atlanta, Georgia, Estados Unidos.
Deja una respuesta