La primera diferencia que encontramos entre la gracia común y la gracia especial se encuentra en su origen. Ambas tienen a Dios como fuente, pero cada una apela a un atributo de su carácter de forma especial y nos llega por un medio particular: Adán o Cristo.
Ambas se desprenden del carácter de Dios, pero se puede inferir que uno de los rasgos de Su carácter queda claramente expresado en una gracia y otro en la otra. En su gracia común se hace manifiesto su gran amor y en su gracia especial su justicia. La gracia común se ha estado manifestando desde la creación, pero Dios también ha querido «manifestar en este tiempo su justicia», su gracia especial, se ha manifestado «ahora», con la venida de Cristo.
Se podría afirmar también que la gracia especial es una obra de amor, pero eso no anula esta doble clasificación, en su primera gracia expresada (gracia común) se muestra Su gran amor. En su segunda gracia expresada (gracia especial) se muestra Su gran amor y también su justicia.
Las bendiciones dadas por Dios en el Edén, a las cuales llegamos por Adán, componen su gracia común, las bendiciones dadas por Dios en el evangelio, a las cuales llegamos por Cristo, componen su gracia especial. En ambas se trata de gracia, ambas tiene a Dios como fuente, pero cada una apela a un atributo de su carácter de forma especial y nos llega por un medio particular: Adán o Cristo.
Hasta aquellos que en comparación con los otros han recibido menos, tendrán que admitir que por la misericordia de Dios han recibido mucho más de lo que merecían.
Su Acceso
Sin importar en qué parte del mundo haya nacido, todo hombre tiene acceso inmediato a la gracia común del Señor, pues su acceso es universal.
Quienes nacieron en un contexto de esclavitud o en países no muy desarrollados pueden pensar que recibieron menor gracia que aquellos que nacieron en un contexto de libertad o en países desarrollados. Sin embargo, estas diferencias no tienen que ver con el acceso, sino con la mayordomía y hasta aquellos que en comparación con los otros han recibido menos, tendrán que admitir que por la misericordia de Dios han recibido mucho más de lo que merecían.
Con la gracia especial, que es la única que obra para salvación, el acceso no es universal, sino particular. Ella se hace disponible por medio de la predicación del evangelio en quienes tienen el acceso a escucharlo (Romanos 10:14-15) y lo reciben, de allí se desprende que el cristianismo sea una religión expansiva, con vocación mundial, pues es la voluntad de Dios «que el evangelio sea predicado antes a todas las naciones».
Su Alcance
Para ilustrar este aspecto diferenciador haré un contraste entre el Salmo 37 y 1 Pedro 1. El Salmo 37 documenta una de las paradojas de la creación: por la gracia común de Dios a los impíos les va bien y los justos podemos llegar a impacientarnos por causa de ellos, o hasta a envidiarles. Sin embargo, el alcance de tal prosperidad es temporal, sabemos que serán «pronto cortados, y como la hierba verde se secarán». (Ese «pronto» podría llegar a ser de hasta cien años —de ahí el desespero—, pero comparado con la duración de las bendiciones del justo, que van desde aquí y hasta la eternidad, siempre será un corto tiempo.)
Por otro lado afirma el apóstol Pedro que hay una herencia «incorruptible, incontaminada e inmarcesible, reservada en los cielos para vosotros». El alcance de la gracia común es temporal, el alcance de la gracia especial es eterno. Desde la perspectiva temporal el impío aparenta estar mejor, aparentemente va por delante de nosotros en cuando al acceso de su gracia común, pero sabemos que su fin es la destrucción.
La gracia común de Dios ha alcanzado por su misericordia hasta al impío, pero la gracia especial de Dios ha alcanzado a su iglesia, y nos ha bendecido no con los deleites temporales a los cuales ellos y nosotros podemos tener acceso en este tiempo, sino con los deleites eternos, reservados exclusivamente para nosotros.
El verdadero progreso cubre el todo del hombre, no solamente sus necesidades materiales, sino también las necesidades de su espíritu. Su
Aplicación
La gracia común de Dios y su gracia especial también se aplican de forma distinta, la primera se aplica por medio de la mayordomía (administrado los recursos que Dios ha provisto en la creación) y la segunda se aplica por la fe. La aplicación de la gracia común ha permitido que unos pueblos administren mejor la creación y obtengan una mayor calidad de vida, de allí viene el uso eficiente de los recursos naturales. Cuando haciendo uso de su gracia común administramos bien la creación, entonces obtenemos un progreso material, cumpliendo así el «fructificad y multiplicaos» establecido por el Creador.
Estaríamos cerrando los ojos a la realidad si negáramos que hombres impíos han demostrado a lo largo de la historia ser buenos administradores de la creación, aunque no lo hagan para la gloria de Dios, y que los países más prósperos, materialmente hablando, no necesariamente son los más piadosos. La buena mayordomía ha demostrado ser una herramienta útil para traer prosperidad económica, que sea algo sostenible o que dicha prosperidad económica mejore interiormente el ser humano es otra cosa. El verdadero progreso cubre el todo del hombre, no solamente sus necesidades materiales, sino también las necesidades de su espíritu, por eso le deseaba el apóstol Juan a su amigo Gayo: «Amado, yo deseo que tú seas prosperado en todas las cosas, y que tengas salud, así como prospera tu alma».
La gracia común, aplicada mediante la mayordomía de la creación, puede prosperar al hombre en muchas cosas, pero Su gracia especial, aplicada por medio de la fe, es la única que prospera su alma. La gracia común beneficia al hombre, pero deja su ser interior en la misma condición (insatisfacción). La gracia especial nos regenera, nos justifica, nos santifica y nos glorifica. ¡Es una gracia más profunda que satisface plenamente!
Deja una respuesta