LIMA, Entrenada como guerrillera en Cuba, en los años 60 del pasado siglo, compañera de Ernesto «Ché» Guevara, participante en un intento de asesinar al predicador argentino Luis Palau en 1971, ahora evangélica, Rosario Rivera dirige una red de comedores populares que alimentan a centenares de niños y adultos pobres en la periferia de Lima.
Bajo el título «Una militante del Evangelio», la historia de Rosario Rivera apareció, a toda página del diario de formato standard El Comercio. Indica que esa historia salió a luz el mes pasado, cuando Palau, en un almuerzo con empresarios, reveló que en una de sus anteriores visitas a Lima, una mujer, «asesora del Ché Guevara», intentó asesinarlo, y ahora trabaja en un comedor popular.
Rivera estaba presente en ese acto, pero desapareció rápidamente. El periodista David Hidalgo Vega, logró ubicarla en el barrio de Comas, al norte de Lima. En su casa un grupo de mujeres preparaba el almuerzo para 512 niños de la paupérrima zona. Pero, Rivera también coordina la labor de otros siete comedores en barrios situados en las faldas de los cerros, a los que no pueden llegar vehículos pero a los que no falta un plato de comida esencial los días de semana.
Rivera relató que su indignación por la justicia empezó al ver en un pueblo andino cuatro obreros encadenados. Unos policías habían colocado cerca un plato con comida, pero cuando intentaban acercarse al alimento los golpeaban. Ya en Lima, leyó las obras de José Carlos Mariátegui y José María Arguedas y se hizo militante de la extrema izquierda.
Poco después del triunfo de la revolución de Fidel Castro viajó a Cuba y recibió instrucción en manejo de armas, lucha guerrillera y sobrevivencia. Allí conoció a Guevara, con el que volvió a colaborar cuando, en 1967, pasó por Perú para preparar la insurrección en Bolivia, que le costó la vida. Rivera dice que en Juliaca, Puno, le dijo al «Che» que no era el momento de la rebelión y éste le ordenó separarse. «Supongo que por eso sigo viva», comentó.
Rivera contó que el 1 de diciembre de 1971, iba a matar a otra mujer que estuvo a punto de delatar su intento de asesinar a Palau. Tuvo pesadillas. Dos meses antes, alquien le había regalado una Biblia, que no abrió. Pero entonces decidió leerla. En ese momento tuvo una visión. Una luz bajó del cielo hasta mi choza y un personaje con ropas blancas y heridas en las manos y los pies, le habló. No pude resistir, afirma.
En los años siguientes, trabajó en la obra de su iglesia, en provincias y en Lima. Tres veces, unos ex compañeros intentaron matarla, pero dos de ellos se convirtieron. Desde hace 19 años trabaja con los niños de Comas. Además de los comedores, ha organizado talleres de carpintería, cerrajería y otros, para desempleados. El periodista anota que las mujeres con que trabaja le tienen gran respeto por su capacidad organizativa y su firme personalidad.
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