Un Joven alpinista iba acompañado por dos fuertes y experimentados guías, en su primer intento por escalar los Alpes Suizos, y se sentía seguro de tener un guía en la delantera y otro detrás de él.

(Photo by Adobe Spark)
Escalaron varias horas. Sin aliento y exhaustos, lograron por fin llegar a las rocas que entre la nieve sobresalían justo antes de llegar a la cima. Al faltar solo unos metros para llegar a la cima, el guía que iba al frente se echó a un lado para que el joven alpinista pudiera ver el paisaje por primera vez, una maravillosa vista panorámica de picos cubiertos de nieve y un brillante y despejado día en el cual no se veía una sola nube.
Aferrándose a las rocas mientras escalaba, el joven dio un último salto hasta la cima. El guía rápidamente lo asió y tiró de él hasta bajarlo. El joven no sabía que sobre las rocas de la cima a menudo soplaban fuertes vientos, cuya velocidad podían hacerlo caer. Al instante, el guía le informó de tal peligro diciéndole: «¡Tiene que arrodillarse señor! ¡Nunca estará más seguro acá arriba que de rodillas!» El joven descubrió que aunque pensó estar bien preparado para escalar, aún había mucho más por aprender.
La vida está saturada de errores y el peligro mayor radica en no aprender de ellos. Por otro lado debemos reconocer que nuestro mayor logro podemos alcanzarlo si aprendemos a postrarnos de rodillas delante de nuestro Dios reconociendo que dependemos de él en todos los aspectos de nuestra vida.
«LO QUE ERES, ES EL REGALO DE DIOS PARA TI. LO QUE HACES DE TI MISMO, ES TU REGALO PARA ÉL».
Santiago 1:4
…Mas tenga la paciencia su obra completa, para que seáis perfectos y cabales, sin que os falte cosa alguna…
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