Un anciano soñó que Dios lo salvaría de una tormenta que asolaría a su pueblo.
Al día siguiente, como se esperaba, una terrible tormenta llegó a su región. El primer día, un vecino le ofreció ayuda para escapar. Él se negó a recibirla porque estaba seguro de que Dios lo ayudaría.
El segundo día, tuvo que refugiarse en el segundo piso de su casa, ya que las aguas habían inundado toda la primera planta. Un equipo de rescate llegó a su casa y le ofreció ayuda para salir de su hogar inundado. Otra vez, se negó a recibirla, porque Dios le había prometido ayudarlo.
El tercer día, llegó un helicóptero para rescatarlo pero nuevamente se negó a recibir ayuda porque Dios iba a salvarlo.
Poco después se ahogó y murió. Una vez en el cielo se quejó con Dios: «¿por qué no me ayudaste como me lo prometiste?»
A lo que Dios le respondió: «¡Te envié a un vecino, a un equipo de rescate e incluso un helicóptero y simplemente te negaste a recibir mi ayuda!»
En medio de las tormentas de la vida, Dios no ha dejado de ayudarnos. Tenemos que estar atentos para identificar bien las señales que nos envía. Él no siempre responde como nosotros quisiéramos. Sin embargo, siempre cumple su promesa. Ojalá que podamos ver a Dios a través de sus mensajeros.
«Les doy la paz. Pero no una paz como la que se desea en el mundo; lo que les doy es mi propia paz. No se preocupen ni tengan miedo por lo que va a pasar pronto». Juan 14. 27 (Traducción en lenguaje actual – TLA)
Deja una respuesta