En un país latinoamericano fue famoso un juez inflexible, quien al momento de impartir sanciones, multas o condenas, aplicaba todo el rigor. Todo lo miraba a la luz de las leyes y por esa razón, sus juicios pretendían sentar las bases del escarmiento a quienes estuvieran tentados a transgredir la legislación. Pero un fallo errado trajo un cambio definitivo en la vida de este hombre. Fue juzgado y sentenciado. Lo que no pudo soportar fue la condena que le impartieron. Quien le juzgó fue cruel e insensible, como él lo había sido.
Jamás seremos jueces justos

(Photo by: AdobeSpark)
El evangelio de Juan relata el caso de una mujer sorprendida en adulterio. Los hombres del pueblo la llevaban para ser lapidada, una costumbre según la cual, debía recibir el impacto de cientos de piedras de quienes la condenaban. Esta historia concluye con una exhortación del Señor Jesús acerca del peligro de juzgar a los demás. Y este mensaje es recurrente en el Nuevo Testamento. Es una constante.
Generalmente los errores que juzgamos en los demás, son los que con mayor frecuencia cometemos. Este hecho nos debe llevar a concluir que jamás seremos jueces justos.
Pregúntate: ¿Recuerdas casos en los que juzgamos erradamente a alguien cercano para, tiempo después, descubrir nuestra falla y el hecho de haber sido injustos?
¿Hay alguien a quien debes pedirle perdón por haberle juzgado mal o quizá a la ligera?
Debemos otorgar a Dios la prerrogativa de juzgar
La Biblia señala:
«… con la medida con que medís, os será medido, y aún se os añadirá a vosotros los que oís».
Con demasiada frecuencia nos hallamos confrontados a juzgar la actitud de alguien. Quizá una tercera persona nos llame a emitir un concepto:
«¿Qué opinas de fulano o de sutano?»» Lo más sensato en estos casos es, como buenos cristianos, no emitir juicios y decir, sin dar lugar a polémicas: «Permítame reservarme lo que pienso sobre el particular», o quizás sonreír con cortesía y expresar un «Sinceramente, no tengo nada que opinar al respecto». Además de librarnos de problemas, evitaremos incurrir en graves errores.
Pregúntate también
- ¿Es propenso a emitir juicios sobre los demás cuando piden tu opinión?
- ¿Cómo respondes cuando te convidan a juzgar a alguien?
- Miremos al prójimo desde la perspectiva de Dios.
¿Recuerdas el cuadro de la mujer adúltera? El Señor Jesús miró a esta mujer con los ojos de Dios. No vio en ella una pecadora, alguien que había transgredido los preceptos escriturales, sino que la apreció con ternura, amor y benignidad. Si miráramos con los ojos de Dios al prójimo, no andaríamos juzgando a quienes nos rodean.
¿Es propenso sólo a ver los errores y defectos de los demás?
¿Te consideras juez de los demás o reconoces que al igual que ellos, también cometes errores?
Conclusión
Cuando optamos por marginarnos de ser jueces injustos, entregamos el juicio a Dios y miramos al prójimo con benignidad, el amor de Jesucristo se perfecciona en nuestro corazón.
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Autor: Pastor Fernando Alexis Jiménez del Ministerio de Evangelismo y Misiones «Heraldos de la Palabra»
(Base Escritural: Marcos 4: 24, 25)
(Este artículo es un resumen de un estudio bíblico del autor publicado originalmente el 26 de diciembre de 2003)
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