En la vida de toda persona exitosa hay un entrenador. Nadie crece, ni se desarrolla solo. Al contrario, los que vencen en la vida han sido acompañados de un buen instructor, maestro o mentor. Lo que una persona es hoy, se lo debe en gran manera a un buen consejero o guía.
El mejor jugador de baloncesto de todos los tiempos, Michael Jordan tuvo muchos entrenadores, entre ellos el conocido Phil Jackson.
El boxeador más carismático de todos tiempos Casius Clay, mejor conocido como Muhhamed Alí le debe muchos de sus triunfos a un paciente entrenador llamado Angelo Dundee, que invirtió mucho tiempo y energía para hacer de él uno de los mejores púgiles de todos los tiempos.

(Photo by: Unplash)
El llamado rey del pop, Michael Jackson, solía decir que a la hora de hacer música su mentor era el veterano músico y productor Quincy Jones.
En el caso del medallista olímpico Michael Phelps, se dice que sin la ayuda de su entrenador Bob Bowman, no hubiera ganado sus medallas olímpicas en natación.
Aún muchos de los líderes de las potencias mundiales cuentan con sus consejeros en diversas áreas: desde asesores en finanzas y economía hasta consejeros religiosos y espirituales.
Este tema me recuerda que para crecer en la vida espiritual también hacen falta buenos entrenadores. Por eso, Dios ha llamado hombres y mujeres que nos sirvan de guía, en nuestro crecimiento espiritual. Estos son maestros que instruyen en el camino de la fe. Gente madura, íntegra y espiritual que educan la iglesia para que crezcamos en nuestra relación con Dios. Estos son como entrenadores en el camino del crecimiento cristiano.
Sin embargo, hay un mayor entrenador que Dios ha provisto a aquellos que le aman. A este lo llamamos Espíritu Santo. Jesús, al despedirse de sus discípulos les dijo: Yo no los dejaré huérfanos, sino que le pediré al Padre, y él les dará otro Consolador para que los acompañe siempre. Juan 14.16
Cuando de crecimiento y victoria espiritual se trata, este Consolador es el entrenador por excelencia. El Espíritu Santo de Dios nos guía por el camino de la justicia y la verdad. También orienta, educa y nos instruye a seguir los pasos de Jesús. Además, defiende, da la palabra correcta en las situaciones difíciles de la vida y se autoproclama como nuestro Defensor y Ayudador. Como si todo esto fuera poco, el Espíritu Santo de Dios nos advierte cuando corremos peligro.
¿Quieres ser un cristiano sólido, maduro y espiritual? Si es así, entonces, obedece al Espíritu Santo, presta atención a su voz, se sensible al toque de su mano. De esta manera transitarás por el camino del crecimiento y la victoria todos los días de tu vida….tomado de la mano de un excelente entrenador.
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