Este año ha venido marcado por grandes dolores. La pandemia ha aparecido sin avisar dejando a su paso una nube de dolor profundo en la humanidad. Nos alienta pensar como los Profetas de siglo octavo, que ante la crisis personal y de la nación pudieron rescatar un lenguaje de esperanza, que apuntaba a la presencia de Dios para así lidiar con la crisis en oposición al horizonte de desolación que le presentaba la realidad cotidiana. Al leer al profeta Isaías, descubrimos casi de inmediato ese mensaje de esperanza cuando nos dice:
“Se alegrarán el desierto y la soledad; el yermo (tronco seco) se gozará y florecerá como la rosa.” Is.35:1
“Saldrá una vara del tronco de Isaí (padre de David) y un vástago retoñará de sus raíces.” Is.11:1
Es que la voz de Dios en momentos difíciles de la vida afina nuestro entendimiento y agudiza nuestra fe para que nuestra acústica capte su voz. Porque a fin de cuentas, el propósito más consciente de Dios de día a día, es que todo verdor renazca por la angustia y el exterminio en su momento, resurja como un alba de promesa y porvenir.
En una ocasión tenía que salir de mi hogar de urgencia y no encontraba el celular. Lo busqué y pregunté hasta que mi hija me dijo: “llámalo, él te contestará.” Así lo hizo y el celular me encontró a mí. Así mismo ocurre con Dios. El día a día está y siempre quiere un verde renacer en tu vida. “Somos vástagos capaces de retoñar raíces verdes y hermosas rosas.
(Imagen: Pixabay from Adobe Spark)
La voz de Dios es un oasis en medio de nuestros desiertos. Es agua viva que una vez la toma jamás tendrá sed. Es sombra que nos cobija de la bruma de la vida. Es la esperanza frente a las contradicciones de la vida. La voz de Dios nos da fuerza para restaurar los quicios de una sociedad desquiciada. Hay que construir las instancias, los espacios, el lenguaje y las estrategias para que hagan brotar en nosotros “surtidores de esperanza en los desiertos de la vida.
Sabemos que la tarea de la vida no es fácil. A veces nos inunda el pesimismo que puede dibujar situaciones abrumadoras como la realidad de la pandemia, las enfermedades, el crimen, la violencia doméstica, la deserción escolar, el desempleo, los políticos corruptos, la emigración, y la confusión de los seudo-religiosos y cultos extraños.
Sabemos que los anhelos de esperanzas se dan en conflictos no fáciles. Por eso es necesario identificar agendas concretas. Es por eso que el Profeta Isaías , identifica sus acciones y dice:
“Fortaleced las manos cansadas, afirmad las rodillas endebles, decid a los corazones apocados: Esforzaos, no temáis, he aquí que vuestro Dios viene con retribución y pago (Isaías 35:3).
Yo termino con este poema:
Por eso cuando el mundo triste contemplo
Yo me afano y me impongo dura tarea
Pues sé que vale mucho mi pobre tarea
Aunque pobre y humilde parezca sea.
Hay que amar por los que no aman
Hay que vivir la vida sembrando amores
Con la vista y el alma puesta en las alturas.
A cada ser que cruce en tu camino dile:
Yo soy tu hermano.
Toma mi corazón, toma mi sangre,
eslabona tu brazo con mi brazo;
Y que tu pena viva con mi pena
y tu entusiasmo colme mi entusiasmo.
La vida es baja si se envuelve en odio
Pero excelsa si se vive amando
A cada ser que se cruce en tu camino dile:
Yo soy tu hermano.
Ama que ese es el júbilo supremo;
Que todo pozo de amor nunca está exhausto;
Y si alguno hiere con inquina,
dale aroma de ensueño como el sándalo.
Que el fuego de la amistad purifique tu espíritu y tu barro,
que el dolor del prójimo sea el tuyo,
a cada ser que cruce en tu camino dile: Quiero ser tu amigo.
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