“Tu vara y tu cayado me infundirán aliento”
Esta expresión que enmarca el título de esta reflexión es parte integral del Salmo 23. El salmista David, quien es el autor del Salmo, relata el cuidado del pastor de ovejas cuando sale del aprisco, lugar de refugio de las ovejas. Lo interesante de este Salmo es que fue escrito cuando David estaba en su senectud, lleno de lindas experiencias interesantes de vida.
El salmista inicia el salmo diciendo: “El Señor es mi pastor; nada me faltará.” Solo un pastor responsable de sus ovejas como él lo fue, podía expresar un elogio a Dios tan hermoso.
En la segunda estrofa del salmo, ya que pasa de poesía a cántico del pueblo destaca el peligro de pasar por los valles obscuros donde los animales peligrosos estaban al asecho o la obscuridad le representaba la pérdida de las ovejas al salirse del camino. La estrofa dice:
Aunque pase el más oscuro de los valles, no temeré peligro alguno,
Porque tú, Señor, estás conmigo; tu vara y tu bastón me inspiran aliento.
(imagen: Unplash-AdobeSpark)
Todas expresiones denotan confianza, amor, cuidado, preocupación y ternura de parte del Señor como pastor de la vida de David, quien también fue pastor de ovejas. Pero tu vara y tu cayado o bastón, tiene un interés peculiar para este escrito. La vara apunta a la vara de Aarón, centralizada en el culto del pueblo de Dios. La misma se encontraba en el Arca del Tabernáculo que señalaba la importancia de la “Palabra de Dios” como guía para el pueblo, luego los profetas y especialmente la cristiandad le darán la importancia a” la palabra viva de Dios”, en Jesucristo. Precisamente el Evangelio de Juan se inicia señalando a Jesucristo como el verbo encarnado:
“En el principio ya existía la Palabra y aquel que es la Palabra estaba con Dios. Él estaba en el principio con Dios. Por medio de él, Dios hizo todas las cosas; nada de lo que existe fue hecho sin él. En él estaba la vida y la vida era la luz de la humanidad. Esta luz brilla en las tinieblas y las tinieblas no han podido apagarla. (San Juan 1: 1-5)
La Palabra ha sido esencial, vital en la historia de la revelación de Dios. “ Y aquel verbo se hizo carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y verdad.(Juan 1:14).
Los pastores usaban la vara para que las ovejas siguieran el camino. Las ovejas no ven bien pero el oído lo tienen agudo. La vara era lanzada sobre las ovejas adelantando el camino para que estas no se desviaran. Además el ruido de la vara mantenía a los animales peligrosos que asediaban retirados del rebaño. Así la vara cumplía la función de dirección y protección.
El cayado cumplía otra función. El cayado en una de las puntas tenía una curvatura en forma de gancho y su función era levantar las ovejas de los caminos. Algunas ovejas cuando el camino es peligroso caen en el risco. A veces no pueden levantarse y cuando sus patas quedan hacia arriba, sufren de abatimiento. El abatimiento es un movimiento centrifugo en el estómago del animal que produce envenenamiento y la oveja puede morir a menos que con el cayado la levanten. En el Salmo 42 (Mi alma tiene sed de Dios) destaca el momento preciso cuando el salmista dice:
¿Por qué te abates, oh alma mía, y te turbas dentro de mí? Espera en Dios; porque aun he de alabarle. Salvación mía y Dios mío.”
Hay un mensaje claro para el hombre que ha perdido su meta y está turbado y no sabe qué hacer. Muchos hemos pasado por momentos difíciles donde perdemos el ánimo, caemos y nos sentimos abrumados , desanimados y abatidos. Y es ahí mismo que de nuestro propio interior surge una exclamación de esperanza que dice: “Mi esperanza he puesto en Dios a quien todavía seguiré clamando. El es mi Dios y mi salvador. Mi esperanza está en Dios. “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece”.
“Yo soy el buen pastor; el buen pastor su vida da por las ovejas… Mi Padre que me las dio, es mayor que todos, y nadie las puede arrebatar de la mano de mi Padre…Yo y el Padre uno somos.”(Juan 10:11,29,30)
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