“…La justicia y la paz se besaron.” Salmo 85:10
Si algo valioso hemos recibido de Las Sagradas Escrituras es la voz de Dios. Le pregunta el hombre a Dios: ¿Quién eres tú? La Voz Dios, contesta: “Yo Soy el que soy” Dios no da definiciones, solo se manifiesta y nosotros contamos su quehacer. Dios es el que interviene. “Ehyeh asher ehyeh” (soy el que yo) Es nombre pero también es verbo. A la pregunta ¿Quién es Dios?, el judío responde sencillamente: “Dios es Yahvé que nos ha hecho salir del país de Egipto, de la esclavitud.” Él sencillamente fija una fecha con los hechos. Es observando sus obras. Aquellas, especialmente, que hace a favor nuestro.
Es por eso que cuando se habla del Hijo de Dios, el Evangelio de Juan dice:: “ Y aquel Verbo se hizo carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y verdad.”(Juan 1:14).
Porque Dios es nombre y acción. Él se hace nuevo en sus manifestaciones. Dios se manifiesta como Padre, como Hijo y como Espíritu Santo. Dios es nuevo y prefiere hacer cosas nuevas. Donde está Dios hay sorpresas cada día. Prefiere hacer cosas nuevas. “Mirad, yo voy a crear un cielo nuevo y una tierra nueva, de lo pasado no habrá recuerdo ni vendrá pensamiento, sino gozo y alegría perpetua por lo que voy a crear.” (Isaías 65:17-18)

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Adherirse al Dios nuevo, lleva consigo, pues, el convertirse en criaturas capaces de novedad. Yo puedo ser nuevo. Esta es verdad física y espiritual. Por eso es verdad desde el punto de vista cristiano: “El que vive en Cristo, nueva criatura es. Lo viejo ha pasado, ha llegado a ser nuevo. La vida es un dinamismo de cambio, de transformación. Permanecer tal cual, significa deteriorarse, encaminarse hacia la muerte. Quien no se eleva, cae. Quien no mejora, quien no se desarrolla disminuye. Intenta ser nuevo. Hoy puedes tener un corazón nuevo. De carne en lugar de aquel viejo, de piedra.
Es el Dios de la vida que hoy tiene un nuevo llamado para todos nosotros, los que despertamos a la fe; los que nos dejamos invadir por la “Palabra viva de Dios” viendo actuar al Hijo de Dios en Las Sagradas Escrituras, y la ponemos en uso para renovarnos develados en Jesucristo. Dios está en nosotros, para darle un sentido nuevo a nuestro ser. Su sabiduría renueva nuestra mente para que alcancemos la mente de Cristo. Su Espíritu está en nosotros para alimentarnos de su amor, su paz y su justicia.
Del amor siempre tenemos que hablar. Se ha introducido la idea de que, en nuestros intercambios, la moneda corriente debe ser el amor y no la justicia. “Es mejor ser buenos que justos, se oye repetir….
Debemos recordar con atención que según Las Sagradas Escrituras, el santo es el justo por excelencia. El Salmista dice: “La justicia y la paz se besan” Es la justicia la que nos impone dar a cada uno lo suyo y lo suyo es la cuota de amor, de bondad, santidad y dignidad. Este es el derecho que la persona tiene que recibir del cristiano. “lo suyo es lo que damos con generosidad por sentir el llamado de Dios. No podemos pisotear a la justicia para luego darnos el gustazo de parecer bueno. No parta del gesto de lo generoso para luego llegar quizás a negar lo debido (Justicia).
Uno de muchos episodios está escrito en los libros sagrados como el episodio de Nabot, el rey Acab y su esposa Jezabel frente al Profeta Elías. (1Reyes 21)
Nabot, tenía una finca (viñero) junto al palacio de Acab, el rey. El Rey le pidió a Nabot que le cediera la finca para sembrar legumbres y Nabot le contestó que no porque era una herencia. Acab, insistió por permuta o dinero pero Nabot, no cedió. Dice la narración que el rey Acab, se fue triste, hizo ayuno y plegaria y Jezabel su esposa fue y promulgó un edicto con todos los permisos del Rey y proclamó que Nabot, había blasfemado a Dios y al Rey. Además elaboró la estrategia poniendo testigos falsos y como consecuencia Nabot fue ejecutado y el Rey tomó posesión de la finca. Entonces vino Palabra de Dios al Profeta Elías y este le senaló la maldad diciéndole al rey Acab: “Así ha dicho Dios: ¿No mataste tú también y despojado Nabot? Así ha dicho Dios: En el mismo lugar donde lamieron los perros la sangre de Nabot, los perros lamerán tu sangre… Y acab le dijo a Elías: ¿Me has hallado, enemigo mío? El respondió: Te he encontrado porque te has vendido a hacer lo malo delante de Dios.” Así también Jezabel recibiría también el mismo castigo”.
La narración de este episodio termina con Acab, arrepentido, pero tuvo que pagar sus malditos errores recibiendo el castigo, no recibiendo el castigo sobre sus días, pero sí sobre los días de sus hijos”.
Aquí se nos presenta una gran moraleja. Cuantas veces nuestra vida no vaya acompañada por la práctica de la justicia, nos convertimos en blasfemos. Volvamos al Título: La justicia y la paz se besaron. Los hechos nos dan testimonio de que “La justicia y la paz se están besando». ¡Dios se renueva cada día y nos renueva por medio de la Fe, en Su Hijo, nuestro Señor. Él puso la conciencia de justicia a nuestra vida, ¡vivámosla!
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