“Donde parece un desierto florecerá una rosa.” Salmo 125
(Imagen: Pixabay-AdobeSpark)
No hay nada mejor para combatir el desaliento que la plena confianza en Dios. El sentir que Dios tiene el control y el saber que la ‘Palabra viva” de Dios mora en nosotros por medio de la sabiduría que transforma la mente, los sentimientos y emociones y, también nuestra voluntad.
(El alma). Dice la “palabra viva,” de Dios: “El que ama mi Palabra y la guarda en el corazón. Yo estaré y haré morada en él.” La fuerza está en “La palabra viva”, de Dios que se mueve por el Espíritu en toda tu interioridad.
Hay una frase muy usada en estos días que dice: “Hay que despertar el Gigante que está en ti.” Ese Gigante se despierta en ti, por medio de “La palabra viva” al recibir el beso de Dios, el verbo encarnado, acción de Dios en su Hijo Jesucristo, quien te dará la fuerza por medio del Espíritu Santo, quien te declarará más que vencedor en todo tiempo. Él te declarará y te renovará tus fuerzas por el entendimiento, dejando que tu fe descubra la grandeza de Dios en ti.
La Palabra del Dios encarnado dejará que tu fe adquiera fuerza para lidiar con las crisis. Esa sabiduría que viene de lo alto te hará entender que aunque estamos a expensas de la crisis, vamos a triunfar por medio de ella. Porque vamos a sentirnos revestidos de una fuerza superior a ella y vamos a sentir que Dios, es más grande que la crisis.
Es el Evangelio de Juan, el mejor que nos pinta el pasaje de Jesús, calmando la tempestad. Después de la jornada de las parábolas, Jesús deseaba descansar y le pide a sus discípulos que lo lleven al mar. Los discípulos, lo convierten en huésped de honor. El Maestro se recuesta sobre un cabezal en la popa del barco y se queda completamente dormido. De pronto se desata una violenta tormenta y Jesús, El verbo encarnado, permanece dormido. La fatiga del día le reclamaba la jornada. Era “Dios hecho hombre” identificándose con la hombredad.
Detrás de todo esto, obviamente hay un simbolismo. El mar es el lugar donde se desatan las fuerzas demoniacas. Jesús, se levanta y manda a callar el mar. El gesto de Jesús indica el poder de Dios sobre la creación y sobre las fuerzas demoníacas del mal.
Jesús dormía pero no estaba ausente. Es señal de que estaba revestido de una fuerza aunque aparece bajo un ropaje de debilidad. El sueño de Jesús nos enseña que a pesar de su aparente ausencia, la presencia que todo lo puede es sencillamente real.
También debemos destacar que en nuestras jornadas de vida, los mares tempestuosos están presentes. La respuesta no se hace esperar. El salmista dice: “Pero los que confían en Dios, tendrán nuevas fuerzas, levantarán alas como las águilas, correrán y no se cansarán, caminarán y no se fatigarán.”(Salmo 125)
A veces nos desesperamos y parece que la fe se debilita y se hace necesario ser estremecidos por la envestida de La Palabra del verbo encarnado: “¿Por qué estáis amedrentados? ¿Acaso no tienen fe?” Es como si le estuviera diciendo que solo abriéndose paso frente al miedo, es cuando la fe alcanza la tierra de libertad. Es como afrontar al enemigo en su propio terreno.
El Sueño de Jesús, es una ausencia presente pero el nuestro no debe ser una presencia ausente. Es decir que estando presente en la jornada no estemos revestidos del poder de la Fe. Tenemos que estar preparados para las eventualidades de la vida de modo que no nos sorprendan y entremos en debilidades. Tenemos que estar alerta y profundizar en nuestra interioridad y buscar refugios.
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