Tú tienes un gigante en ti y es tu sentido de identidad en Cristo. Hay una pregunta impostergable que tienes que preguntarte para poder proyectarte en la vida. ¿Quién eres tú realmente? No hay vida libre y productiva sino sabemos quiénes somos realmente, ni tampoco habrá sentido de dirección y propósito. De lo contrario la vida se hace vana, desabrida como nubes sin aguas que el viento le da y no sabe a dónde va.

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Toma en serio lo que eres aunque seas una página en blanco donde escribir o, un globo para ser llenado de helio para así poder elevarse, porque podemos permanecer llenos de cargas pesadas sin sentido de flotación. El que permanece agachado, enano, pigmeo se queda sin sentido de proyección y propósito.
Una vida con propósito es una vida con sentido de identidad. Una vida sin propósito es una donde no se tiene sentido de esperanza porque la mirada no se fija y no hay sentido de dirección, no hay metas, mucho menos brújula, ni tampoco rumbos fijos a donde llegar. Entonces como poeta desesperado dirás:
No sé donde fijar la mirada.
Y al mirar adelante, el futuro,
Parece no brindarme una esperanza.
Solo ves caos, días dolorosos y más tragedias.
¿Te has preguntado realmente quién eres? Siendo pastor en la Isla del Encanto, Puerto Rico conocí una joven maravillosa. Era inteligente, hermosa, de buen vestir con auto nuevo y de buen hablar. Me sorprendió que deseara conversar conmigo, pero hablamos por más de una hora. A medida que pasaba el tiempo, comencé a darme cuenta que lo que veía en su exterior no concordaba con lo que lograba ver en su interior. Fui sorprendido por un silencio del cual salieron dos lágrimas. Ella no estaba conforme con ella misma y quería ser otra persona. Jamás he visto unos ojos azules como los de aquella joven, llenos de tristeza y frustración. Aquel interior estaba vacío.
Son muchas las veces que los seres humanos mostramos una máscara, que nos sirve para ocultar los verdaderos sentimientos sobre nosotros mismos. Lamentablemente lo exterior muchas veces no refleja la canción de tristeza, la falta de madurez y de paz que llevamos por dentro.
Cualquiera que sea nuestra identidad, siempre estará sometida y derrumbada, por las presiones de la hostilidad, el rechazo, las críticas, los temores y ansiedades y por el terrible pensamiento de culpabilidad.
Solo nos basta leer la biografía rápidamente de Salomón, el rey sabio, para encontrar en su discurso la expresión ya repetida:
“Vanidad de vanidades; dijo el predicador, todo es vanidad”. (Eclesiastés 12:8)
¿Por qué luchamos por nuestra identidad si ya la tenemos en Cristo? El Apóstol Pablo dijo:
“El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios”. (Romanos 8:6)

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Dios quiere que sepamos quienes somos para comenzar a vivir como hijos de Dios y ser libres en Cristo. Estamos ocupados en nuestra Salvación, haciendo justicia, amando al prójimo, llevando la paz que solo Dios puede dar, y compartiendo el gozo de Dios en su palabra viva, ofreciendo alabanzas y disfrutando de nuestras vivencias en Dios. No trabajando para ganarnos la salvación. La Salvación es regalo de Dios por medio de La Gracia en Jesucristo.
“24 siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús, a quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en su sangre, para manifestar su justicia, a causa de haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados pasados,..” (Romanos 3: 24-25)
No olvidemos nunca que nuestra identidad es el más hermoso regalo de Dios a nosotros. Nuestra acción de parte nuestra es aceptar su regalo de amor por la fe. Por eso la médula del mensaje es: “Justificados, pues, por la fe; tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo». (Romanos 5:1)
En el ejercicio de nuestra fe, Dios nos regala nuestra identidad. ¡Gracias Dios!
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