Estando aquí en España, aún resuenan en mis oídos las palabras que alguien me dijo tiempo atrás: -«Yo quiero ser alguien». Claro, tomadas fuera de contexto pueden parecernos un sano deseo de superación personal. Sin embargo (por no decir «lamentablemente») aquella frase surgió de una mente susceptible, llena de complejos y con un profundo vacío afectivo. En este caso vino a simbolizar el anhelo íntimo de un corazón que todavía no ha alcanzado la paz interior, y piensa que la concreción de logros exteriores lo llevaría directamente al éxito.

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No se confunda ni se asuste; no me he vuelto «rayado». Considero que el ser humano debe superarse continuamente y así concretar los proyectos que establezca para su propio bienestar. No me cabe la menor duda que nuestro esfuerzo diario debe estar enfocado en «explotar» todos los recursos, talentos y dones que poseemos naturalmente, al tiempo que nos esmeramos por adquirir aquellos elementos que nos permitan alcanzar nuestro máximo potencial.
Pero intento despertar la conciencia de toda persona que considere que lo exterior (bienes, títulos, logros, relaciones) puede constituir un fundamento estable para edificar una vida plena de satisfacción.
Ocurre que muy a menudo vemos individuos que contraen matrimonio para «ser felices», jóvenes que emprenden una carrera universitaria para «ser importantes», empleados que están dispuestos a competir y desplazar a sus compañeros de trabajo tan sólo para «ser ascendidos», profesionales que invierten largas horas en sus trabajos, dejando a un lado la familia y hasta su propia salud física, para llegar a «ser reconocidos y sentirse realizados». Y ni hablar de la ilusión del consumismo, que condiciona de manera implícita la voluntad de una gran mayoría de gente, repitiéndole vez tras vez: -«Cuanto más tienes, más valioso eres».
Podría tomárseme por alguien cínico si escribiera estas cosas motivado por algún tipo de resentimiento. ¡Pero no es así! Mi corazón late con más fuerza al pensar que cada nuevo día constituye una oportunidad para reenfocar nuestras vidas y atender lo que verdaderamente importa.
Jesucristo dijo: «De nada sirve que una persona gane en este mundo todo lo que quiera, si al fin de cuentas pierde su vida. Y nadie puede dar nada para salvarla» (Mateo 16.26).
En otras palabras, lo invito a que haga un balance personal y ubique a Dios en el centro de su agenda. Una correcta relación con Él lo llevará a la plenitud del ser, comprendiendo de una buena vez que la fuerza interior no está en lo que usted haga o deje de hacer, sino en lo que usted ya es. Como dijo un buen amigo mío: – «Es de adentro hacia afuera, y no al revés».
CRISTIAN FRANCO
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