Hablaba yo por el internet con una querida amiga, que me contaba lo ocupada que había estado ayudando a un familiar porque lo había perdido todo. Como persona amorosa, corrió para asistir a su ser querido; y en estos momentos que vivimos tenemos que estar alerta a prestar ayuda a nuestros seres queridos, porque el desespero es un mal consejero. Ella pudo ayudar a su familiar, y este familiar se dejó ayudar, el final de la historia fue feliz.

(Photo by: Pixabay)
Conozco otro caso de una amiga, que estaba lejos de su ser querido ajena a los problemas que le atormentaba. Esta amiga de mi amiga no pidió ayuda, sino que se enredó en sus propios pensamientos y la noticia que recibió mi amiga no fue una llamada pidiendo ayuda, sino informándole que su gran amiga se había suicidado. Esta historia no tuvo un final feliz.
¿Qué hace la diferencia? Posiblemente los problemas pudieran ser parecidos, y sus consecuencias similares: rechazo, sentimientos de devaluación, un futuro lleno de tristeza y vergüenza,… y la lista puede ser interminable. Ambos se enfrentaron al monstruo que deseaba destruirlos, pero la actitud frente a ese monstruo es lo que determina quien vence.
En esos momentos las personas normalmente piensan que Dios puede cambiar las circunstancias, pero que ÉL decide no hacerlo. «¡Hasta Dios está en mi contra!», afirman.
Hay historias muy similares en la Biblia que nos recuerdan una y otra vez el carácter de Dios en estos casos.
Abraham. Dios le pidió que saliera de la tierra de Ur, con las posesiones que pudiera llevar, sus criados y su familia. Tenía que estar muy, muy bien de posición para poder haber salido con todos los bienes que describe la Biblia, pero por lógica era mucho más lo que dejó atrás. En este caso Abraham confió en la palabra de Dios, de un futuro mejor, aunque le costó muchos años ver algo de ese futuro, y gran parte de ese futuro maravilloso, no lo disfrutó él directamente, sino sus descendientes.
José, hijo de Jacob. A los diecisiete años estuvo al borde de ser asesinado por sus hermanos y al final fue vendido por ellos a una banda de traficantes de esclavos que iban camino a Egipto. José perdió un padre que lo adoraba, una casa cómoda y su herencia en la familia. Mientras estaba en el foso, o en camino a Egipto, o sirviendo como esclavo, o en la cárcel injustamente, quizás José pensó en algún momento… ¿qué otra cosa mala puede pasarme?… llevo años de mala suerte… ¡tal parece que el mismo Dios está en contra mía! Pero cuando miramos la historia de José, encontramos que Dios lo llevó a Egipto con un mayor propósito, y de continuo la historia de José comenta… y Dios estaba con él… y Dios lo prosperaba en todo lo que hacía…
Hadasa, conocida luego como la Reina Ester. Una joven huérfana, siendo criada por su tío Mardoqueo que por capricho del Rey de divorciarse de su Reina, comenzó la búsqueda de otra mujer hermosa que la sustituyera. Entre los cientos de mujeres llevadas a palacio Ester fue incluida. Sola, alejada de todo ser querido y de su rutina familiar, en exilio doble quedó esta joven. En algún momento de su vida ella pudo pensar, soy una de un montón, destinada a no tener familia si el Rey no me considera agradable, y entonces acaba mi vida como individuo, mis sueños de un hogar, mi futuro. Con tantas cosas en contra mía… ¡Hasta Dios está en contra mía! Pero no fue así, ella lo perdió todo para ganarlo de regreso, y en el camino salvó a su pueblo de extinción.
No importa cual sea tu situación, «mala suerte», o pérdida; recuerda que si tienes fe en Dios, tienes una esperanza poderosa que puede cambiar tu tristeza en baile y tu llanto en risa, y tu luto en gozo.
«Dios es el gran dador, el gran proveedor, la fuente de toda bendición y es absolutamente generoso y es en extremo confiable.» [Calendario de Max Lucado].
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