El arroyo había sido la provisión de Dios para Elías, su fuente de seguridad y futuro; pero cuando le quiso guiar a otro lugar hizo que el arroyo se secara. En otras palabras, el lugar de residencia del profeta era momentáneo ––y así debía entenderlo Elías––, Dios le tenía preparado un lugar mejor. Sí, aunque salió de allí para vivir al alero de una viuda, el Señor siempre tiene algo mejor para los que confían en Él. Es que Dios usará circunstancias adversas para mejorar nuestra situación (Él trabaja de maneras misteriosas).

(Photo by Mitchell Orr on Unsplash)
Él partió e hizo conforme a la palabra de Jehová, pues se fue y vivió junto al arroyo Querit, que está frente al Jordán. Los cuervos le traían pan y carne por la mañana y por la tarde, y bebía del arroyo. Pasados algunos días, se secó el arroyo, porque no había llovido sobre la tierra. Luego llegó a Elías una palabra de Jehová, que decía: «Levántate, vete a Sarepta de Sidón y vive allí; ahí le he dado orden a una mujer viuda que te sustente.» (1ª Reyes 17:5-9).
Ahora bien, cuando nuestro arroyo se seque necesitamos acercarnos a Dios para cerciorarnos si debemos quedarnos o salir, pedir discernimiento para abandonar o seguir. Él nos guiará de nuevo a las aguas, o bien nos dirá que debemos continuar donde estamos. En el caso de Elías fue mejor salir puesto que el arroyo se hizo lodo. ¿Qué habría pasado si se hubiese quedado? La respuesta es lógica, se habría muerto. Muerto como muchas personas que siguen en ese trabajo que ya no aguantan, en esa sociedad que sólo les ha traído dolores de cabeza, en ese negocio que no fructifica, en esa relación que los está matando en vida, en ese noviazgo que nadie aprueba, en ese proyecto que no tiene pies ni cabeza, en fin, en ese arroyo que se está secando. Pero los humanos somos necios, vemos que la situación va de mal en peor y dudamos en salir. Creo que muchas veces el Arquitecto Divino utiliza el sentido común para comunicarnos su voluntad.
¿Cuál es tu arroyo? ¿cómo distingues cuando éste se está secando? ¿cómo saber si debes abandonar o quedarte? ¡Mira las circunstancias! Las circunstancias hablan por sí mismas, claro está, a menos que Dios tenga un propósito al mantener allí.
LECCIÓN
Supongamos que hemos perdido nuestro trabajo o que nuestro negocio ha quebrado. Una respuesta bastante común es la de preocuparnos y actuar en temor, pero Jesús nos mandó a que no nos preocupásemos (Mateo 6:25-34) y recordó a sus discípulos que las aves del cielo no se preocupan de donde ha de venir su próxima comida porque Dios las alimenta. Jesús nos dijo: “Más bien, busquen primeramente el reino de Dios y su justicia y todas estas cosas les serán añadidas” (Mateo 6:33).
Dios usa a menudo las circunstancias de nuestro entorno (laboral, familiar, eclesial, organizacional, etc.) para:
1) Mostrarnos el camino.
2) Enseñarnos a confiar en Él.
3) Motivarnos a buscar discernimiento.
4) A veces cambia las circunstancias para guiarnos a un nuevo lugar, a una relación mejor, o un ministerio productivo.
Señores, sólo una estrecha relación con Dios ––que no se consigue de la noche a la mañana––, nos asegurará reconocer cuándo debemos movernos, en qué tiempo y hacia dónde. Pero si no pasamos tiempo de calidad con el Padre no esperemos discernir su voluntad con total claridad, incluso cuando el arroyo esté seco no seremos capaces de verlo.
Deja una respuesta