La teología de la liberación feminista sin duda ha hecho algunas contribuciones importantes y positivas. Sólo puedo mostrar algunas de las más notables aquí. Primero, la teología feminista ha llamado la atención al incalculable papel que la mujer ha desempeñado en la iglesia a lo largo de la historia cristiana.

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Segundo, la teología feminista ha apuntado correctamente a la falta de muchos hombres en cumplir su papel ordenado por Dios de amar a sus esposas como Cristo amó a la Iglesia. Si los maridos cristianos a través de los siglos hubiesen sido consistentemente fieles en seguir este mandato, la controversia sobre los papeles de ambos sexos en la iglesia podría haberse evitado (o al menos disminuido sustancialmente). Y tercero, la teología feminista sirve como acusación contra el abuso y opresión que las mujeres han sufrido demasiadas veces a manos de hombres machistas. Considero estas contribuciones importantes y extremadamente relevantes.
A pesar de estas contribuciones, sin embargo, hay algunos problemas serios que deben tocarse. Las limitaciones de espacio lamentablemente no permiten una respuesta para cada uno de los pasajes citados arriba. Por tanto limitaré mi crítica a una premisa básica de la teología feminista -a saber, que la subordinación femenina es un resultado de la Caída, y que en Cristo toda jerarquía social ha sido destruida. Si se muestra que esta premisa es errónea, entonces la postura feminista de muchos pasajes del Nuevo Testamento -incluyendo 1ª Corintios 11:2-16 y 14:33b-36, Gálatas 3:28, y 1ª Timoteo 2:11-15- queda seriamente cuestionada.
SUBORDINACIÓN DE LA MUJER Y PECADO ORIGINAL
Los feministas apelan al juicio de Dios contra la mujer en Génesis 3:16 -«[el hombre] se enseñoreará de ti»- en su intento por probar que la subordinación femenina fue causada por la caída. Un examen más cuidadoso de la evidencia bíblica revela, sin embargo, que este no es el caso. El liderazgo masculino está claramente establecido en el relato de la creación en Génesis 2 -antes de que la Caída tuviese siquiera lugar. El hombre fue creado primero. Y la mujer fue creada de la costilla de Adán para ser su ayuda (Gén. 2:18). Ciertamente tanto el varón como la fémina fueron creados a la imagen de Dios y se les otorgó dignidad personal, pero Dios en la narración sobre la creación los coloca en una relación irreversible uno respecto a otro -el varón en una dirección amorosa sobre la mujer.
El liderazgo de Adán se ilustra de muchas maneras en el relato de la creación. Por ejemplo, tan pronto como la mujer fue creada, Adán nombró a la mujer: «Será llamada ‘varona’, porque del varón fue tomada» (Gén. 2:23). Esto es significativo, porque nombrar a alguien o algo en los tiempos antiguos implicaba tener autoridad sobre lo nombrado (e.g. Gén. 17:5; 2ª Reyes 23:34; Dan. 1:7).
En vista de todo esto, el juicio de Dios contra la mujer en Génesis 3:16 no puede verse como el origen del orden social jerárquico. Más bien apunta a la realidad que con la entrada del pecado el orden jerárquico permanece (habiendo sido establecido en Génesis 2), pero el efecto del pecado será ahora experimentado dentro de ese orden. Así pues, la afirmación de Dios en Génesis 3:16 era una simple descripción divina de lo que ocurriría (dominación y opresión masculina en oposición a un liderazgo amoroso), no un mandato que los siervos obedientes de Dios debieran llevar a la práctica.
IGUALES EN CRISTO

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Iguales en Cristo (Gál. 3:28). cuando Pablo dice «no hay ni judío ni griego, esclavo ni libre, varón ni mujer» en Cristo (Gál. 3:28), parece aludir a la oración matutina de los judíos en la que agradecían a Dios el no haber nacido gentil, esclavo o mujer. Estas tres clases tenían sus derechos en la sociedad seriamente limitados.
Contextualmente, los versículos que preceden a Gálatas 3:28 se refieren a la justificación por fe y cómo una persona llega a ser incluida en las bendiciones prometidas en el pacto de Abraham (vv. 15-25). Entonces, en el versículo 26, Pablo dice «todos vosotros sois hijos de Dios por medio de la fe en Cristo Jesús». Para Pablo, el término hijo implica heredero (cf. 4:7, 31). «En la sociedad estas tres parejas -ninguna de las cuales eran ontológicamente distintas por creación [es decir, no eran distintas en su esencia o ser en cuanto a creados por Dios]- están desigualmente privilegiadas, pero en la oferta de salvación de Cristo, Pablo argumenta, no hay distinción. Así que entonces, en Gálatas 3:26-28, Pablo estaba diciendo que ningún tipo de persona que tiene fe en Jesucristo es excluida de la posición de ser un hijo de Abraham». Que Pablo se refiere únicamente a la posición de uno en Cristo es evidente en las palabras «hijos de Dios», «simiente de Abraham», y «herederos conforme a la promesa». Hace falta un gran salto de lógica para decir que igualdad de posición implica a la fuerza equivalencia funcional.
Entonces, ¿cómo se relaciona el mandamiento de Pablo de guardar silencio con su permiso para que las mujeres profeticen en 1ª Corintios 11? En 1ª Corintios 11 las mujeres estaban pronunciando oráculos divinos, mientras que en 1ª Corintios 14 y 1ª Timoteo 2 no. Las mujeres que hablaban bajo control divino y que estaban adecuadamente ataviadas no estaban ejerciendo su propia autoridad sobre los hombres así que no estaban violando las ordenanzas de Pablo en 1ª Corintios 14 y 1ª Timoteo 2.

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A las mujeres no se les prohíbe, sin embargo, enseñar a hombres en el aspecto privado -como aparentemente Priscila, con su marido Aquila, enseñó a Apolos (Hechos 18:26). (Priscila evidentemente estaba enseñando bajo el liderazgo de Aquila, a quien pertenecía la autoridad). Ni se le prohíbe a la mujer profetizar de una manera respetuosa y sumisa (1ª Cor. 11:5-6). Ni les está prohibido dirigirse personalmente a hermanos creyentes, varones y féminas, para su «edificación, exhortación, y consuelo» (1ª cor. 14:3). Ni se les prohíbe a las mujeres enseñar a mujeres (Tito 2:3-4) o a niños (2ª Tim. 1:5; 3:14), o tomar parte en otros ministerios fructíferos (e.g., Rom. 16:3, 6, 12). Resumiendo, las mujeres tienen el privilegio de servir a Dios de muchas formas distintas dentro de la estructura de autoridad que Él diseñó.
CONCLUSIONES
Ganamos perspectiva en este tema al reconocer que la cosmovisión bíblica está basada en la presuposición de que un Dios personal diseñó y ordenó soberanamente el universo para funcionar de un modo particular. Es crucial para esta cosmovisión el concepto de autoridad. Romanos 13:1 nos dice que Dios es la fuente no simplemente de toda autoridad sino del mismo concepto de autoridad. «Que el universo debía estar ordenado alrededor de una serio de relaciones jerárquicas de encima/debajo es su idea, una parte de su diseño original. Él delega su autoridad de acuerdo a su propio placer para aquellos a quienes Él place en posiciones apropiadas y es a Él a quien sus criaturas se someten cuando reconocen tal autoridad».
Dentro de esa estructura de autoridad, tanto a hombres como a mujeres les es dado el privilegio de servirle -pero de diferente maneras. Simplemente porque la Escritura dice que las mujeres no pueden enseñar a los hombres en una posición de autoridad no significa que sus ministerios no son importantes. Para Pablo, todos los ministerios eran significativos: «El ojo no puede decir a la mano: ‘no te necesito’. Al contrario, las partes del cuerpo que parecen más débiles son indispensables, y las partes que pensamos que son menos honorables las tratamos con honor especial» (1ª Cor. 12:21-23a).
Es deplorable que tantos hombres a lo largo de la Historia han hecho un mal uso y han abusado de la estructura de autoridad ordenada por Dios oprimiendo y dominando a las mujeres -a veces justificando sus acciones a través de aplicaciones erróneas de los pasajes tratados en este artículo. Tales aplicaciones malas deben ser condenadas como una grosera (y pecaminosa) distorsión del diseño original de Dios para el hombre y la mujer.
En un ensayo iluminador, John Piper dijo que la masculinidad y la feminidad son el bello trabajo artesano de un Dios amoroso y bueno. De hecho, Dios «diseñó nuestras diferencias y son profundas. No son meros prerrequisitos fisiológicos para la unión sexual. Llegan hasta la raíz de nuestra personalidad».
Este llamamiento a un retorno a la masculinidad y feminidad bíblica llevó a Elisabeth Elliot a comentar que «la verdadera liberación viene con la humilde sumisión al diseño original de Dios». De hecho, el logro más noble de cualquier ser humano -varón o mujer- es descubrir el designio de Dios y cumplirlo. Que esa sea nuestra meta.
Ron Rhodes (Ministerio «Razonando desde las Escrituras»).
Traducción y resumen: Emilio Carmona
© I+CP (www.ICP-e.org)
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