«Espera en el Señor»…Estas fueron las últimas palabras del Rey David cuando escribió lo que hoy conocemos como el Salmo 27. Un canto donde él alababa a Dios al mismo tiempo que se animaba a sí mismo a confiar en Él; todo esto ocurría, mientras era perseguido, calumniado, traicionado… y su técnica para no desmayar, para animarse a sí mismo era repetirse, «Espera en el Señor». Esas palabras eran dirigidas a él, y a aquellos que estaban con él, sus seguidores, fieles soldados y el pueblo a su alrededor, que confiaban y dependían de él.

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Palabras así que salgan del corazón de un Rey, siguen siendo difíciles pero comprensibles, por la responsabilidad delante de su pueblo; pero cuando yo como mujer tengo que buscar fuerzas y consuelo, y leo este Salmo,…. ¡que difícil me resulta pronunciar esas palabras y sentirlas mías con toda mis fuerzas! Mis problemas como mujer no son los de un Rey en guerra,… sin embargo me resultan tan grandes y agobiantes como si lo fueran. Y yo me pregunto, ¿se sentirán así otras mujeres? Me temo que sí.
No importa en qué país o ciudad viva la mujer de hoy, todas enfrentamos problemas que se levantan como gigantes delante nuestro, desafiándonos. No importa si esta mujer vive en ciudad o pueblo; las ciudades grandes tienen problemas grandes y las ciudades pequeñas en ocasiones tienen problemas mayores; no es por gusto que dice el dicho: «Pueblo chiquito,… Infierno grande». Me refiero a problemas como cuentas sin pagar, responsabilidades de criar a hijos solas o prácticamente solas, problemas de salud, problemas de familia, calumnias, malos entendidos, discusiones, maltratos, amarguras, traiciones, y en medio de esto por causa del deseo de nuestra alma de no tomar venganza por nuestras manos, tornamos nuestras miradas al cielo, y nos tropezamos con consejos como este:… «Espera en el Señor».

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La espera muy a menudo desespera… pero el Salmista/Rey insiste una y otra vez, espera en el Señor. Hay una recompensa para aquellos que se atrevan a creer, a esperar, y seguir amando al Dios del Cielo, aunque Su socorro demore. «Espera en el Señor». Quizás se descubra que lo que pedíamos no era lo que nos convenía, y cambiamos nuestra oración a mitad del camino. Leemos el consejo, «Espera en el Señor», y otra posibilidad es que Dios comience a cambiarnos a nosotras, superando nuestro propio miedos, indecisiones y aun cambiando nuestro propio modo de pensar, nuestro ser para cosas mayores, mejores, que al final nos harán mas felices.
Todo personaje del que he leído en las Escrituras o personas que conozco en mi andar por la vida y que haya «Esperado en el Señor», al final se sienten triunfadores. Ese es mi consuelo, esa es mi esperanza, que mientras espere, confiando que en esas áreas de mi vida donde necesito ayuda a Gritos, en las que estoy «Esperando en el Señor», yo al final de la espera, me pueda sumar a esa larga lista de triunfadores, y añadir mi testimonio de triunfo. Pero para ti, que al igual que yo, sigues luchando con esos problemas que se disfrazan de gigantes, y tan solo puedes esperar, yo deseo que también en tu vida, mi amada lectora, tu espera se torne en una dulce Victoria.
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