En una ocasión un hombre viajaba por la costa de una isla caribeña y notó que una gran sequía empañaba su belleza. El verano reflejaba un clima de estepa desértico y los ríos se habían detenido por la falta de agua.
Por un momento detuvo su vista sorprendido al ver un hermoso árbol de flamboyán. Aquel árbol estaba cubierto de un hermoso follaje de distintos matices rojizos, anaranjado y verde.
A la ribera del camino decidió preguntarle a un campesino: ¿Por qué ese árbol no está seco como los demás? El hombre le respondió con palabras sencillas: “Eso se debe a sus raíces. Este árbol, aunque tiene raíces horizontales, hay algunas que crecen verticales y penetran hasta alcanzar una gran profundidad en la tierra. Cuando viene la temporada de sequía, su follaje conserva su belleza gracias a éstas raíces que han encontrado agua en las profundidades del suelo”.
La Palabra de Dios dice que el que da semilla al que siembra, y pan al que come, proveerá y multiplicará su sementera. Cuando hablamos de las bendiciones de Dios, podemos decir que Dios usa todo canal, pero hace mejor uso de los que están dispuestos y receptivos y, de los que proveen las condiciones más favorables. Aquellos que son canales profundos, directos y libres de obstáculos.
¿Sientes que se ha secado tu espíritu? ¡Busca un canal de bendición! Examina las profundidades de tu corazón y abre tus oídos a lo que Dios tiene que decirte, quizás en un silbido apacible, o quizá en el ruido de la más terrible tormenta de tu vida. La experiencia superficial a nada nos lleva. Hay que buscar la experiencia profunda, no emocional ni manipulante.
El que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará. (Fil. 1.6 RVR60).